Pekín
Los adversarios enseñan los dientes
Bastó que la artillería norcoreana moviese ligeramente las lanzaderas de misiles situadas frente a las costas de Yeonpyeong para hacer sonar las sirenas de la isla, enviar a los civiles a refugios subterráneos y preparar el contraataque. La agencia surcoreana Yonhap aseguraba que el Ejército comunista había colocado proyectiles tierra-tierra y aire-tierra en las baterías y que podría abrir fuego.
El ataque no se produjo, pero fue suficiente para palpar la tensión irrespirable que se vive en el mar Amarillo, donde las dos Coreas se miden y exhiben sus armas para que las vea el enemigo.
Las controvertidas maniobras militares, encabezadas por el portaaviones estadounidense «George Washington», empezaron ayer y durarán hasta el miércoles, subiendo la temperatura de esta crisis armada. La opinión más extendida es la de que, si el régimen estalinista no responde con fuego ante la demostración de fuerza aliada, la situación tenderá a normalizarse la semana que viene. La comandancia estadounidense confirmó que se harán prácticas de tiro y bombardeo.
En una situación que recuerda a algunos episodios de la Guerra Fría, los dos ejércitos buscan intimidar al rival. Alrededor de las islas occidentales de Corea del Sur sólo podían verse ayer embarcaciones militares, corbetas surcoreanas en su mayoría, que patrullaban la zona. LA RAZÓN viajó en el ferry que conecta la isla con la península, la única embarcación civil en kilómetros a la redonda. Cargado de periodistas y militares, nada más llegar a su destino, el barco recibió la orden de dar media vuelta, ante la posibilidad de un ataque inminente. Minutos después, y ante el desconcierto generalizado, viró de nuevo y atracó durante 20 minutos para descargar víveres y sacar de allí a los civiles que quedaban y a periodistas. Los soldados acarreaban frenéticamente los sacos de avituallamiento destinados a la base militar, mientras las cámaras de televisión buscaban imágenes para documentar el momento.
Este pequeño islote, que albergaba una comunidad de pescadores de cangrejos y donde hay una base militar, está situado a 14 kilómetros de las costas enemigas y se ha convertido en el símbolo de la crisis. Como otras islas de la zona, Yeonpyeong ha sido evacuada y presenta un aspecto fantasmagórico, con sus cuatro calles desiertas y vehículos militares en los caminos.
El Gobierno surcoreano parece decidido a endurecer sus posiciones. En los medios de comunicación y entre la opinión pública crece la indignación contra Pyongyang y se dice que Seúl lleva años reaccionando con demasiada tibieza, permitiéndole provocaciones cada vez mayores. «Saben que sale gratis atacarnos. Han matado a dos civiles y ellos ahora dicen que fueron escudos humanos. No queremos una guerra pero tampoco podemos dejar que piensen que nunca vamos a hacer nada», decía ayer Hyung-tae Kim, un funcionario del Gobierno surcoreano que coordinaba la entrega de víveres a Yeongpyeong. Pero lo cierto es que Corea del Sur anunció que ha colocado a sus tropas en la llamada «jindogae hana», el escalafón inmediatamente inferior a la «guerra» en el protocolo de las alertas.
Por otra parte, el hermetismo de la dictadura de Kim Jong-il hace más complicado saber qué está ocurriendo al otro lado de la frontera, pero la propaganda oficial se encarga de asegurar que la artillería tiene el dedo en el gatillo. «Lanzaremos ataques militares sin piedad si la provocación (de las maniobras militares) traspasa nuestras aguas», dijo el Rodong Sinmun, órgano oficialista del Partido de los Trabajadores.
Por duro que suene el enunciado de la frase, dentro de la retórica pendenciera del régimen puede ser interpretado como un mensaje que rebaja la tensión, ya que condiciona la respuesta a que las naves enemigas «traspasen aguas territoriales». Es casi imposible que esto ocurra, ya que las maniobras tienen lugar a 100 kilómetros de la frontera marítima.
Corea del Sur rechaza el diálogo
Pekín ha movilizado finalmente a sus diplomáticos para alcanzar una solución pacífica. China ha hecho una llamada a la calma y el Gobierno ha sugerido que se celebre una reunión entre los países que en el pasado negociaron el desmantelamiento del programa nuclear norcoreano, las llamadas negociaciones a seis bandas, con las dos coreas, Japón, EE UU, Rusia y China. La primera respuesta a la sugerencia llegó desde el Gobierno surcoreano, que dejó claro que «no es momento para el diálogo» ahora. Muchos analistas creen que Pyongyang quería llegar a ese punto para vender un desarme nuclear que luego no cumple a cambio de importantes concesiones económicas y estratégicas.
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