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Lo local está en crisis

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Este año se ha cumplido el vigésimo aniversario del nacimiento del semanal «Barrio de Salamanca», un periódico local producto de un proyecto mucho mayor que lanzó el grupo Recoletos –luego absorbido por Unidad Editorial– allá por 1981. El objetivo era crear un conglomerado de publicaciones gratuitas de información local basadas en la cercanía al lector, en un estrecho contacto entre el periodista y sus fuentes, en una participación directa de los vecinos… y en el que los ingresos proviniesen, fundamentalmente, del pequeño anunciante. Hoy, 20 años después, el proyecto sigue milagrosamente vivo. Cambió de manos, cambió de rumbo, cambió incluso de concepto, pero sigue en marcha en medio de un mundo que poco o nada tiene que ver con aquel de 1991, cuando arrancó y en el que, para empezar, internet no estaba presente en nuestras vidas.
En la actualidad, buena parte de los gurús de la comunicación siguen asegurando que el futuro del sector está en la Prensa local, que las nuevas tecnologías son una herramienta fundamental para este tipo de periodismo, que gracias a la geolocalización se puede ir hacia el periodismo hiperlocal en el que cada lector reciba las noticias más próximas a su casa o donde se encuentre. De hecho, en este mismo espacio hemos hablado en alguna ocasión de experiencias puestas en marcha en este sentido, fundamentalmente en EE UU, sobre plataformas móviles y asociadas también a las redes sociales y al movimiento del periodismo ciudadano. Pero lo cierto es que no corren buenos tiempos para la Prensa local. A excepción de Gacetas Locales y de algún otro grupo que aún subsiste gracias, fundamentalmente, a la publicidad de las administraciones locales, buena parte de las publicaciones que existían hace apenas una década han echado el cierre. Mantener una redacción y asumir los costes de impresión y distribución se ha convertido en una aventura poco menos que imposible. El pequeño comercio, principal fuente de ingresos publicitarios, bastante tiene con sobrevivir y una de las primeras partidas que han reducido era la dedicada a publicidad. Los ayuntamientos y comunidades también han recortado gastos, y eso se nota.
Paralelamente, los cuadernillos dedicados a información local de los grandes diarios también han menguado en la misma proporción que lo ha hecho su paginación. La crisis también ha reducido el número de páginas de los diarios y eso se refleja, inevitablemente, en la sección local, que muchas veces queda reducida a tres o cuatro páginas. Por si fuera poco, el adelgazamiento de las plantillas por culpa de la situación económica también ha llevado a que pisar la calle sea, cada vez más, un recuerdo del pasado. La información de agencia y el «cortapeguismo» son el pan nuestro de cada día.
Si a todo esto le añadimos que fenómenos como Twitter han hecho que cualquiera pueda contar lo que ocurre desde donde ocurre y en el momento que ocurre a través de su teléfono móvil o su tableta, o que en muchos casos las fuentes de información se saltan los intermediarios, es decir, los medios de comunicación, y «tuietean» sus propias noticias directamente, caso de administraciones locales, Policía, Bomberos, servicios de emergencia… el panorama no es muy esperanzador.
Y aun así debemos dar gracias, porque en otros países es la vida de los propios periodistas la que corre peligro. Así, según la Unesco, en la última década más de 500 periodistas han sido asesinados en todo el mundo y buena parte de ellos eran periodistas locales que trabajaban en sus propios países en tiempos de paz.