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Estados Unidos

Discriminación positiva

La Razón
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Esta figura acuñada en los últimos tiempos es algo que a mí me recuerda a Robin Hood, quitárselo a los ricos para dárselo a los pobres. Discriminación aunque sea para mejorar algo, como principio no me parece bueno, es como recomendar mentir para ayudar a alguien cercano. Para mí lo más grave es cuando la discriminación positiva se realiza con marchamo de legalidad. No crean que voy a entrar contra el feminismo, ni tan siquiera voy a criticar que el Gobierno tenga por imperativo de la citada discriminación la obligación de tener el mismo número de mujeres que de hombres en los ministerios, negándoles la oportunidad a las féminas de que puedan ocupar el 70% de las carteras, si son las más capacitadas. Todo esto anterior, aunque les parezca algo raro, viene a cuento de Ricky Martin. Este guapo muchacho de Puerto Rico es, sobre todas las cosas, un gran artista, por encima del cantante, es un animal de escenario, sus espectáculos son portentosos y el éxito le ha acompañado por todo el mundo. En un momento de su vida, cuando su triunfo era total, tomó la inteligente decisión de apartarse un tiempo del primer plano y dedicar su tiempo libre a crear una familia. Decidió tener hijos, recurrió a una madre de alquiler, situación jurídica que en Estados Unidos es totalmente legal. Mas tarde creyó oportuno dar un paso adelante, saliendo del armario y asumiendo ante el mundo su homosexualidad, al tiempo presentó a su pareja. Nada que objetar. Hace poco decidió retomar su carrera, nuevo disco y gira promocional, en la que siempre se termina hablando de lo mismo: gay, hijos, marido... Totalmente de acuerdo en que los periodistas insisten en el tema, pero él no debe acogerse a la famosa discriminación positiva de los que salen del armario. Tiene experiencia y resortes para cortar el tema y reconducirlo a su nuevo disco y su gira mundial. Ya sé que es caer en un humor fácil, es que además no les hace falta a algunos personajes salir de ninguna parte a bombo y platillo. Hay una leyenda urbana en México que cuenta que en un concierto cantaba la canción de Raphael «Qué sabe nadie» y desde la platea alguien le gritó «lo sabe todo el mundo, chamaco». Y es que en el fondo, todo es más sencillo, porque el público lo conoce casi todo.