Barcelona

Crema catalana

La Razón
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Los gerentes de campaña de las elecciones catalanas llevan días consultando al servicio meteorológico para comprobar si ayer se confirmaban lluvias en el noroeste mediterráneo. Los catalanes son reyes de la abstención y en un país con tanta emigración no puede ser achacable a algún factor genético sino de una clase política experta en multiplicar problemas.

Que Convergencia i Unió repita la tercera mayoría minoritaria no es consuelo para nadie y continúa la derecha nacionalista con su independencia a plazos frente a los republicanos y sedicentes comunistas de la secesión al contado, junto al Berlusconi de Laporta. La derecha española es cainita y Artur Mas (que tampoco sabe si ser Bismarck o Bolívar ) gobernará con el PP cuando las ranas críen pelos, pese a que los populares apoyen al socialismo vasco gratis total. El tripartito ha sido uno más de los disparates porque a Zapatero le encantan estos experimentos y Montilla un hombre débil que ha de hacerse perdonar hasta la nascencia.

La ministra Carme Chacón tiene alfombra roja para Barcelona. Nacionalista moderada, estudiosa del quebequismo, difuminada en Defensa y con intereses familiares en Cataluña, cuenta también con el carácter mujeriego del presidente. El paro, el despilfarro, la emisión de bonos fantasmas por falta de caja, la inmigración islamista, la corrupción, habrán engordado la abstención con lluvias o días soleados. Pan amb tamatet para el socialismo catalán que sólo puede interpretar como grave censura al PSOE.

Por elecciones anteriores se sabía que los socialistas votan mucho en las generales y se abstienen bastante en las autonómicas. Pese a esa evidencia ha ido sacando pecho, nacionalizándose y amenazando veladamente con hacer grupo parlamentario propio en el Congreso. No se han adaptado al papel sucursalista que les atribuía buena parte del electorado, emigrante o no, y hasta un hombre tímido como Montilla se ha cansado de repetir que el PSC es autónomo; lo será por las siglas pero no por los sufragios. Zapatero, al que le gusta conceder, les ha dejado a su aire con unos independentistas que caben en un autobús, para luego traicionarlos (como ha hecho con Patxi López y el socialismo vasco ) negociando un nuevo Estatut con Artur Mas, ése hombre manchado por dudas fiscales razonables por vía paterna, que se suma a la histórica política de comisiones denunciadas por Pascual Maragall.

El llamado problema catalán viene de la muerte sin sucesor de Fernando el Católico, al que debieron matar dándole bebedizos de testículos de toro por ver si podía engendrar. Es el hastío de la política española. El 6 de julio de 1932 el Congreso debatía el Estatuto de Autonomía catalán. Royo Villanova ( minoría agraria ) decía que pese a ser catedrático de Derecho no entendía el deslinde de competencias entre la República y la Generalitat. El catalanista Joan Puig i Ferrater le soltó un sonoro: «¡Burro¡ y protesta en nombre de la minoría catalana, la República, España, Cataluña y el Parlamento». El General Fanjul, otro agrario, le increpa: «¡ De España, no. Traidores!». La dicotomía entre separatistas y separadores. En aquel debate que ganó Manuel Azaña, Ortega y Gasset advirtió que Cataluña no tenía solución.

CiU puede navegar ahora como una fragata, a media tracción, o parar máquinas ante la alucinación nacionalista que le ha dado votos hasta a Laporta y su pornoestrella. Seamos optimistas. CiU ha dado gobernabilidad a España con el PSOE y el PP, cierto que a buen precio. El PSOE no tiene tiempo para volver a ser creíble y puede que Rajoy necesite a Mas para gobernar a la vuelta de la esquina. La crema catalana se le ha indigestado a Zapatero.