Crítica de libros
Juramento hipocrático
Si todavía no lo han hecho, recomendaría que lo hicieran. Echar un vistazo al Juramento Hipocrático, digo. Desde el que hizo el propio Hipócrates, que comienza diciendo «juro por Apolo, médico, por Esculapio, por Higías y Panacea y pongo por testigos a todos los dioses y diosas, que he de observar el siguiente juramento, que me obligo a cumplir cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis fuerzas e inteligencia», hasta el actual en el cual se lee «tendré absoluto respeto por la vida humana desde su concepción» y también «aun bajo amenazas no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad». Está claro que en el siglo de Pericles las mentes no estaban tan confusas ni las conciencias tan turbias como en nuestros días. En septiembre de 2008 la entonces ministra de igualdad, Bibiana Aído, anunciaba la composición de un comité de expertos para que trabajara en la nueva ley del aborto, contraviniendo las bases del Juramento Hipocrático, respetado por todos aquellos que desempeñan el noble oficio de la medicina. Aquel «tendré absoluto respeto por la vida humana desde su concepción» se va al traste de un plumazo, gracias a los quehaceres diarios de la ex ministra, que cuenta entre sus genialidades con la propuesta a la RAE de que incluyan la palabra «miembra» en el Diccionario. Los académicos miraron para otro lado, con cara de bastante asco, y ni consideraron la petición. A esta «genia» acaban de hacerla doctora honoris causa por una universidad británica: será que el claustro de la Northumbria University de Newcastle –de buenos recuerdos adolescentes para la que escribe-, ignora la trayectoria de la que fue la ministra más joven de la democracia desde sus principios. Quizá ese fuera el único mérito que se le pueda atribuir.
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