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El follón y el fraude por Santiago Talaya
Mi enhorabuena a Jordi Évole. Su punzante ironía follonera se está convirtiendo en género periodístico generador a su vez de destacados titulares de prensa. Por mi parte, no conozco, ni para bien ni para mal, a Cayetano Martínez de Irujo, ni su nombre ni su vida me han interesado nunca. Sin embargo, siento hacia él la empatía de quien está siendo linchado injustamente tan sólo por decir lo que piensa. Linchamiento, sí, y además con absoluto desprecio a nuestra Constitución, texto que proclama la igualdad de todos sea cual sea su condición y por tanto su cuna. Claro que nuestra Carta Magna fue pensada para una democracia libre y sin complejos, no para un estado de opinión en permanente estado de agitación demagógica. ¿Cuál ha sido ahora el pecado, ya no de juventud, de Cayetano de Alba? Pues simplemente dudar, o sugerir, hasta qué punto el prolongado subsidio agrario en el campo andaluz no ha podido cercenar el espíritu de emprendimiento y las ganas de progresar (no dijo de trabajar) en la gente joven. Respuesta a las reiteradas preguntas de un periodista que lo entrevistaba en su calidad de empresario agrícola y en el conocido estilo provocador y de doble sentido que suele emplear el citado Évole.
Pero claro, se ha armado un monumental belén comenzado por el propio Griñán, quien le ha afeado a Irujo sus opiniones «desde lo alto del caballo». Como si las del presidente de la Junta no se vertieran desde un Palacio de San Telmo cuya rehabilitación ha costado millones de euros. De señorito hacia arriba y hacia abajo lo han llamado de todo, incluso algunas formaciones han pedido que la duquesa de Alba devuelva la Medalla de Andalucía. No parece haber servido que, en esa misma entrevista, el conde de Salvatierra dijera haber leído con interés a Marx o haber acudido a una conferencia de Cayo Lara. Ni tampoco que reconociese que cuando se hizo cargo de las explotaciones de la familia Alba hubiera un treinta por ciento de fraude en la contratación. Quizás la detección de fraude sea lo que no le perdonan.
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