Elecciones municipales
Esperanza Aguirre
Su liberalismo se define como una actitud favorable a un máximo de libertad para las personas y los ciudadanos. Para los que nos interesamos por la alternativa al socialismo que el Partido Popular representaba a principios de los años 90, hace ya veinte años, ha habido dos figuras que han marcado nuestra relación con la vida política. Una de ellas fue, claro está, Aznar, el creador del centro derecha moderno y reformista que desde 1989 ha vertebrado la vida política española y ha impedido cualquier hegemonía socialista como la de los años 80. La otra figura de referencia en estos años ha sido, para muchos de nosotros, Esperanza Aguirre. Madrid era entonces una ciudad y una Comunidad que tenía por delante la oportunidad abierta por el todavía reciente Estado de las Autonomías. Había que alejarse de la tentación localista, provinciana, y convertir Madrid en escaparate y motor de nuestro país, con la perspectiva de aprovechar la apertura de la economía y de la sociedad española para llegar a ser una ciudad global, integrada en la liga de las grandes ciudades del mundo, que es el puesto que le corresponde. Esa era la aspiración que representaba entonces Esperanza Aguirre. También representaba algo distintivo en la vida política española, como era la atención al mundo de las ideas y la comprensión de su importancia. Esperanza Aguirre se ha dicho siempre liberal, pero no como quien presta su adhesión a una ideología que aspira a explicar el mundo entero. El liberalismo de Esperanza Aguirre se define como una actitud favorable a un máximo de libertad para las personas y los ciudadanos, como una invitación a la autonomía, a la iniciativa y a la responsabilidad. Nada más lejos de cualquier intento de ingeniería social que lo que Esperanza Aguirre ha representado. Con esfuerzo y algo de suerte, todo eso se ha ido cumpliendo. Se ha conseguido, además, superando el perpetuo tirón hacia atrás del socialismo, que no descansa ni está dispuesto a descansar hasta conseguir que fracasemos todos, como lo demuestran sus coqueteos actuales con los «indignados», es decir con la cutre izquierda neocomunista. Los socialistas no aguantan que Madrid –el Madrid que cubre la comunidad entera– esté a punto de convertirse en la ciudad global que nuestra gran nación española se merece. Esperanza Aguirre representa a la perfección este éxito, tan madrileño como español, del que ha sido impulsora principal. Su estrategia ha consolidado la posición de centro reformista en Madrid y ha acabado con la implantación socialista en las grandes ciudades de la periferia, en particular en el llamado cinturón rojo. Para ello, Esperanza Aguirre ha abierto el camino a un nuevo equipo de líderes jóvenes, bien preparados, austeros, más pendientes de la ciudadanía que de su propio poder. Y todavía habrá mucho que aprender porque la personalidad de Esperanza Aguirre, su simpatía, su energía, su negativa a resignarse, la facilidad de comunicación con personas de todas las clases, todas las edades, todas las procedencias y todos los idiomas será por mucho tiempo un ejemplo para la España plural, avanzada, próspera y tolerante que queremos.
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