Estados Unidos
Ofensiva del Norte de Europa para quitar a España su plaza en el BCE
Holanda y Finlandia quieren a un país «AAA» en la silla de González-Páramo
Madrid- La presencia de un representante español en el Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE) no está garantizada cuando finalice el mandato de José Manuel González-Páramo, a mediados del próximo año. Holanda, Finlandia y otros países del bloque norte tienen la intención de tratar que sólo los representantes de aquellos países que conservan la máxima calificación de solvencia de las agencia de rating, es decir, la «triple A», puedan acceder a este órgano de gobierno del BCE.
El Comité Ejecutivo de la institución monetaria está integrado por seis miembros, entre ellos el presidente y el vicepresidente, nombrados por el Consejo Europeo por mayoría cualificada. En la actualidad, forman parte de él el presidente Mario Draghi, el vicepresidente Victor Constancio y los consejeros Lorenzo Bini Smaghi, José Manuel González-Páramo, Jürgen Stark y Peter Praet. El miembro con mayor antigüedad en el cargo es González-Páramo, que fue elegido en junio de 2004, por lo que tendrá que ser sustituido a mediados de 2012.
El Comité Ejecutivo del BCE es el encargado de preparar las reuniones del Consejo de Gobierno de la entidad, su principal órgano rector, que se reúne dos veces al mes para analizar la evolución económica y adoptar la política monetaria correspondiente mediante los tipos de interés. El consejo de Gobierno está integrado por los seis miembros del Comité Ejecutivo y los 17 gobernadores de los bancos centrales de los países de la eurozona.
El núcleo duro
La postura de Holanda de permitir que sólo los países con máxima calificación de su deuda soberana gobiernen el BCE coincide con las declaraciones del ministro finlandés de Asuntos Europeos, Alex Stubb, que propuso hace diez días una eurozona a dos velocidades en la que los países que mantengan la nota «AAA» en su deuda ocupen el núcleo duro de la zona euro y el resto pierda influencia en la toma de decisiones.
En la actualidad, únicamente media docena de países mantiene la «triple A» que otorgan las tres principales agencias de rating: Standard & Poor's, Moody's y Fitch. Son Alemania, Francia, Holanda, Finlandia, Luxemburgo y Austria. Uno de ellos, Francia, está amenazado por S&P y podría perder esta condición en las próximas semanas. Sólo once países, después de que Estados Unidos viera rebajada su nota en un escalón, pueden presumir de ostentar la máxima solvencia en el mundo.
De ellos, once son europeos. España perdió su última triple «A» en octubre de 2010, cuando la agencia Moody's decidió seguir los pasos de Standard & Poor's y de Fitch y rebajar la solvencia de nuestra deuda soberana en un escalón. Desde el pasado agosto, la crisis financiera internacional se ha convertido en una crisis de confianza sobre la capacidad de determinados países de hacer frente al pago de su deuda. Después de Grecia, Irlanda y Portugal (los tres países que han tenido que ser rescatados por la UE y el FMI), los inversores han dirigido sus miras hacia Italia y España, países a los que se han sumado Francia, Bélgica y Austria.
España va a tener que pelear muy duro en el frente diplomático para convencer a sus socios de que la cuarta economía de la eurozona (por detrás de Alemania, Francia e Italia) tiene que estar representada en las más altas instituciones políticas, económicas y financieras. Algo que no parece fácil, según han confirmado algunos eurodiputados españoles a LA RAZÓN.
Salvo el español González-Páramo y el italiano Bini Smaghi, cuya sustitución por un representante francés se producirá al entrar Draghi en la presidencia, los restantes miembros permanecerán en sus cargos al menos hasta 2014 (Jürgen Stark).
El control del Tesoro europeo
La crisis de la deuda soberana ha servido, además de para ahondar las diferencias entre los países del norte y el sur de Europa, para destapar las escasas atribuciones que tiene concedidas desde su origen el Banco Central Europeo (BCE) para actuar en casos de necesidad. A pesar de jugar un papel muy secundario en los intentos de resolución de los problemas, la presencia en sus órganos de gobierno se hace más necesaria que nunca cuando todo el mundo da por descontado que la solución a los problemas actuales es más política que económica. Los mercados siguen viendo a la eurozona como un matrimonio en el que las posibilidades de ruptura son muy elevadas. El futuro pasa por tener un Tesoro común, capaz, por ejemplo, de emitir eurobonos. Para llegar a esto es necesario antes, como exigen Alemania, Holanda o Finlandia, que todos los países hagan los deberes fijados en el Pacto de Estabilidad. De ahí la gran importancia de tener controlado el Banco Central Europeo.
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