Nueva York
El monstruo noruego
Anders Behring Breivik, el criminal de Oslo que dio muerte a 76 conciudadanos, es un asesino en serie, varón blanco, de 32 años, de pelo rubio, ojos verdes, soltero, católico, de extrema derecha, que, por lo menos por ser rubio, se parece al Carnicero de Milkwaukee, en cuanto sangriento, al Vampiro de Sacramento, y por pulsión criminal, al Payaso Pogo.
De los asesinos en serie, la variedad más sorprendente puede ser la de los asesinos en masa. Breivik confiesa haberse inspirado en Unabomber, Theodore Kaczynski, un asesino americano que sembró el terror en EE UU, desde mayo de 1978 a abril de 1995, periodo en el que distribuyó bombas de potencia media, absteniéndose durante el tiempo en que su país estuvo en guerra. Gesto muy admirado por una población a la espera de su siguiente envío. Mató a tres personas e hirió a otra veintitrés en nueve estados distintos. El sobrenombre Unabomber viene de su obsesión por mandar bombas a las universidades y líneas aéreas. UN, sale de las dos primeras letras de University, y A, es la primera de Airlines. Unabomber fue un ser demoniaco, desconocido, criminal, que mataba para recuperar el sitio al que creía tener derecho en una sociedad que se atrevió a ningunearle.
Vivía en una cabaña y sus trabajos no eran nada llamativos. Sin embargo Kaczynski era un tipo brillante que rompió su relación familiar cuando vio que ni siquiera la gente de su sangre le daba el trato de respeto que creía merecer. Kaczinsky envió dos bombas en cuanto tuvo noticia del primer atentado contra el World Trade Center de las Torres Gemelas de Nueva York. Su soberbia le llevó a exigir a «The Washington Post» que publicara un manifiesto a través del cual fue reconocido por su hermano que lo denunció al FBI. Los chicos del Bureau le echaron el guante sin dudar. Breivik redactó un diario personal en el que explica con toda claridad cómo fabricó las bombas. Los noruegos se vieron superados por el Gran Monstruo. No se lo esperaban, es verdad; pero es que en Noruega, con todos los respetos, el país tranquilo, la gente no es que esté tranquila, sino que está dormida o cataléptica. Las autoridades tardaron siglos en reaccionar y lo hicieron mal. De ahí que fueran incapaces de detectar a un asesino en serie como Breivik, uno que quería aliviar la frustración de estar excluido y compró fertilizantes para fabricar bombas a la vista de todo el mundo. Con la torpeza extrema de despertar la aburrida atención de los servicios secretos, que, por lo que se ve se, perdieron mientras iban tras su rastro.
Retraso de las autoridades
Breivik actuó mientras la Policía no pudo acercarse a él. En cuanto apareció, tiró las armas y se entregó. ¡Su retraso en actuar pudo ir en aumento de la cifra de fallecidos! Breivik, el asesino de extrema derecha que sembró la muerte en Noruega, un viernes inolvidable, había engañado a todos, sorprendido a todos, y horas después del múltiple crimen, quería confundir sobre la naturaleza de su acción. Había actuado solo, como hacen los asesinos de su devoción, Unabomber y otros. Había planeado el crimen en soledad, como un asesino en serie, el más serio enemigo actual de la sociedad civilizada, que sale de su propio vientre. Los analistas estaban fuera de combate, después de haber sido pillados a contrapié, tras sus documentados informes de la primera hora: afirmando sin rubor que era Al Qaida y Zawahiri, pero fue más bien un rubio fondón, al borde del michelín, ilustrado por internet en el arte de fabricar bombas, ajeno al terrorismo islamista e incluso enemigo declarado del mismo. Pero esto es lo que hay: un pistolero noruego, disfrazado de policía, hábil timador político, que ha roto todos los récords del asesinato individual, no sólo en su tierra, sino en la Europa unida. Expuesto a políticos sin fuste que no se anticipan al dolor.
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