País Vasco
Sin escoltas
La decisión, por parte del Gobierno vasco, de reducir la protección a cargos públicos y en general a personas amenazadas en el País Vasco sólo puede responder a una política propagandística que intenta vender como un éxito en el camino hacia la paz la infame y esperpéntica legalización de Bildu. O sea, nada que tenga que ver con un ahorro que, lógicamente, debería empezar por la disminución de la protección al propio lendakari y a su consejero de Interior, Rodolfo Ares, conocido como el Rubalcaba vasco. Y es que, aunque resulta previsible que ETA no actúe durante un año, porque lo que toca en este momento es hacer caja con el dinero público a través de los salarios de los concejales de Bildu y de las partidas presupuestarias, los escoltas del País Vasco no sólo tienen la función de proteger a sus amenazados de la violencia directa de ETA, sino de evitar cotidianos incidentes con un nacionalismo tradicionalmente agresivo que hoy se encuentra crecido hasta la náusea, gracias al vergonzoso fallo del Tribunal Constitucional. No se ha hecho una campaña de deslegitimación de ETA y de su ideología para ensanchar unos mínimos márgenes de libertad en el País Vasco, sino todo lo contrario. La propia autocomplacencia con la que Patxi López ha mirado la legalización de la ETA política lo que ha conseguido es que ese mundo se crezca y amenace la convivencia más que nunca.
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