Colombia

Hermoso de Mendoza corta tres orejas en la segunda de feria en Medellín

Nuevo triunfo de Pablo Hermoso de Mendoza en plazas colombianas. Cortó tres orejas en su última presentación en la plaza de La Macarena, en la segunda corrida de la feria de Medellín.

Se lidió un desigual encierro de La Carolina, muy justo de raza. El torero francés Sebastián Castella cortó una oreja en el tercero de la tarde. El colombiano José Gómez Dinastía fue protestado en sus dos turnos.

FICHA DEL FESTEJO: Toros de La Carolina, desiguales de presentación, noblotes, pero con poca casta, salvo segundo y tercero, los más destacados del encierro.

José Gómez 'Dinastía': estocada atravesada, dos pinchazos y estocada (silencio); tres pinchazos y entera (aviso y pitos)

Sebastián Castella: entera trasera (una oreja); tres cuartos de espada (saludo desde el tercio)
Pablo Hermoso de Mendoza: rejón caído (dos orejas); pinchazo y rejón trasero (una oreja).
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Pablo Hermoso de Mendoza, quien estuvo a punto de acabar la boletería, en una plaza como La Macarena de Medellín, donde los tres cuartos de entrada que registró en la segunda corrida de feria, no dejan de ser toda una hazaña, volvió a acabar los adjetivos.

Con un toreo de asombrosa entrega y exposición, que fue el que interpretó con el tercero de la tarde, capítulo que el público vivió con apasionada emoción.

Fue el mejor toro del encierro de La Carolina, porque asumió su papel de perseguir las invitaciones que Hermoso de Mendoza hacía con su caballo. Las que hizo montando a Chenel rayaron en lo inexplicable. Porque galopando de perfil llevó al toro casi que cosido a las ancas del caballo alrededor de la barrera. Cambió el trayecto de forma intempestiva, como también lo hizo en quiebros muy emotivos, donde el toro no renunciaba a pesar del engaño que sufría.

Dalí fue un caballo atrevido y arriesgado no sólo por la forma de irse de frente sin medir consecuencias, y luego con unas piruetas para salir de la cara del toro.

Y Pirata puso el broche con esa fría y admirable conciencia de pisar los terrenos más comprometidos, esos que custodian los pitones de los toros, pero que son los que le permiten a Hermoso de Mendoza cerrar su obra con desplantes que, como el del teléfono, dejan a todos con gesto de asombro. Dos orejas, con insistente petición de rabo, a pesar de la defectuosa colocación del rejón de muerte.

El sexto toro no tuvo la casta para mantener el nivel de emoción. Aunque Hermoso de Mendoza tuvo que sacar mayores recursos para seguir cautivando. En todo caso el público lo despidió con otra oreja.

Sebastián Castella cortó la cuarta oreja del festejo, lo hizo con el terciado segundo, un toro manso, que renunció al castigo del primer tercio, pero que a la muleta embistió con emoción y codicia. Y por esa capacidad de no renunciar a perseguir la muleta, le permitió al francés dominar las embestidas en un palmo de terreno.

Fueron series vibrantes, y en las que sobresalió una por naturales por su buen trazo. Una oreja. El sexto tenía calidad, pero se vino a menos, y la faena tuvo vergüenza en el torero que, incluso, intentó más de la cuenta.

Dinastía volvía a vestirse de luces después de tres años, tras una lesión de cervicales que lo mantuvo lejos. El regreso, por sí solo, fue todo un gesto y un triunfo personal. Pero que tuvo argumentos con ese oficio con el que lidió al que abrió plaza, donde los muletazos fueron arrancados, a punta de un serio estoicismo.

El cuarto apuntaba mejores cualidades, las que permitieron un particular saludo a la verónica con lances graciosos y toreros y unas series con la muleta que tuvieron temple, hasta que el toro renunció. Los fallos con la espada empañaron la obra, y motivaron más de una protesta.