Copa Davis
Tenis / Historia de una desilusión
David Ferrer y Feliciano López, derrotados antes de jugar, «entregan» el bronce a Gasquet y Benneteau
LONDRES- Han vuelto a perder; segundo traspié contra una pareja francesa en menos de 24 horas. Feliciano López y David Ferrer no digirieron la derrota contra Tsonga y Llodra y el recuerdo de la decepción les persiguió cuando tuvieron enfrente a Gasquet y a Benneteau. Sin hacer nada del otro mundo, perdieron el primer parcial en el «tie break» (7-6) después de disfrutar de tres bolas de set, su cruz, lo que les hizo pensar y se despeñaron. En el segundo (6-2) no existieron y, prácticamente sin resistencia, cedieron la medalla de bronce a sus oponentes, que no son una pareja excepcional; les bastó con hacer lo imprescindible, lo que saben. Suficiente.
Pilar y Jaime, los padres de Ferrer, no pudieron hablar el viernes con su hijo. David estaba enfadado, triste, como Feliciano, les transmito. Asienten, conocen su estado de ánimo después de una derrota. Le siguen sólo a los grandes torneos, pero no le hacen un marcaje especial, «ha de disfrutar de sus amigos y de su libertad», explica la madre, maestra, con ganas de jubilarse, como Jaime. Le ven salir a la pista C-1. Se encogen de hombros. Creen que se habrán recuperado, pero no lo afirman. «Terminaron muy cansados. Vamos a ver».
Y lo que se vio inicialmente fue a la pareja francesa más floja que la formada por Tsonga y Llodra. La española navegaba sin esfuerzo. Sus errores básicos los lavaban Gasquet y Benneteau con otros evidentes, suyos, propios de quien no está capacitado para hacer más. Avanzaba el set y con el 6-5 para España y al resto, se dibujó en el simultáneo un esperanzador 15-40. Fue la puntilla. Como un trueno retumbó en la memoria de David y Feliciano el 0-40 del día anterior, las cuatro bolas de partido y los cuatros primeros saques extraordinarios de Tsonga. Del 7-5 se pasó al 6-6, de ahí a la muerte súbita, a una doble falta y a perder 7-4.
Con los saques de «Feli» bastaba para tener a raya a los franceses, hasta que ya ni eso fue suficiente. El segundo set fue la historia de una muerte anunciada. López y Ferrer ganaron el primer juego, luego perdieron el servicio en el tercero y el quinto y ya sin pausa rodaron por la pendiente. Cometieron tres dobles faltas, 14 errores no forzados (sólo 5 en el primero) y cuando con el sufrido 5-2 parecía que recuperaban el sentido del tenis y renovaban la esperanza, terminaron entregando el juego definitivo al servicio de Benneteau, que no es precisamente Federer, ni siquiera Feliciano, sacando.
El júbilo de la pareja francesa, que entró a la pista con la cabeza despejada y más descansada, porque jugó contra los Bryan menos de una hora, contrastaba con la desolación española. Feliciano, que convenció a David para que formara el dobles con él, anhelaba una medalla olímpica, aunque fuera de bronce. No fue posible. Admitieron que esta derrota no les sentó tan mal como la anterior. Acusaron el cansancio y no pusieron objeciones al triunfo rival: «Hemos estado nerviosos y yo –decía David–, sin chispa. Estamos muy tristes». Pilar pensaba que la derrota de la víspera había sido crucial. No se equivocó. Amor de madre.
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