Barcelona

Independiente por Julián Redondo

La Razón
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Las 54 medallas que la natación española sincronizada ha ganado bajo la tutela de Anna Tarrés no han sido argumento convincente para prorrogar su contrato al frente de la Selección. Tampoco que el Mundial de Natación del próximo año se celebre en Barcelona. Ni éxitos tan recientes como las dos medallas de Londres, con un equipo rejuvenecido y en ausencia del icono Mengual, han ablandado la voluntad de hierro de Fernando Carpena. Ninguna de las partes ha explicado los motivos de la ruptura; pero la galopante crisis económica que este año y el próximo, y ojalá que pare ahí, asolará al deporte español ha influido en la decisión. Dicen que la ficha de Anna es una exageración para los tiempos que corren. Quienes apuntan en esa dirección pasan de puntillas por el sueldo del presidente. Si cada uno de ellos cobra 120.000 euros anuales, que en el caso de la seleccionadora se incrementa con incentivos por objetivos conseguidos, sobre el papel resulta menos discutible el sueldo de Tarrés que el de Carpena. Las 54 medallas son una conquista de Anna, obtenidas sea quien fuere el presidente o las protagonistas estelares. Pero si a la cuestión pecuniaria añadimos la independencia de Tarrés, las razones de la ruptura afloran a la superficie. Anna es un verso suelto que los federativos no han conseguido domar. Antiguas pupilas y hasta algún ex presidente han aprovechado la corriente para criticarla, incluso sus métodos de trabajo, más próximos a lo infalible que a lo discutible, de ahí los resultados. Si mañana la fichara Canadá, o Italia, España no sería ni bronce.