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OPINIÓN: Mi madre es controladora
«Mejor ser puta que no controladora, como tu madre», me decía esta mañana un desconocido en el muro del Facebook de un amigo. Durante el día del parón he estado casi 24 horas conectada al correo y a las redes sociales defendiendo la posición de la gente como mi madre. Y la de todos ustedes, que aunque hoy no hayan podido volar, puede que algún día (más pronto que tarde) no tengan derecho a saber cuándo se van de vacaciones (con o sin viajecito), ni limitación de horas de trabajo. Puede que ustedes ya estén en esas condiciones y les fastidie que haya otros que no. Yo misma estoy en esas condiciones y vivo en casa de mi madre, que por cierto es controladora aérea. Comentando mi caso he oído de amigos muchas veces que no tengo problemas, porque mi madre es controladora aérea. Hace dos años, durante otro conflicto del sector (que no huelga) los compañeros de trabajo me hacían continuos comentarios hirientes sobre el trabajo de mi madre, el sueldo de mi madre, las condiciones de mi madre… Pero esto no es nuevo. Hace unos años, en la facultad, fui a casa de una compañera a hacer un trabajo. La madre se encaró conmigo por el trabajo de mi madre, el sueldo de mi madre, las condiciones de mi madre… Y ayer, una amiga cercana me echó en cara la huelga de mi madre, por sms, mientras yo veía en la tele cómo los viajeros del Auditorium, junto con algunos periodistas, insultaban y arrojaban objetos a los controladores allí encerrados, entre los que estaba mi madre. Ayer recibí insultos, los recibió mi madre, y los seguiremos recibiendo durante mucho tiempo, supongo. Sin ir más lejos Ignasi Guardans, ex presidente del ICAA, publicaba esto en Twitter: «Si conoces a un controlador aéreo, sácalo de su cómodo anonimato entre sus vecinos. Hacen daño a ciudadanos inocentes escondidos en la masa». Yo soy una hija de puta porque mi madre es controladora. Así me lo han hecho saber muchas ex amistades de Facebook y de la vida real que entre ayer y hoy me borraron de sus vidas porque no se han podido ir de puente. Pero se lo aseguro, la mierda me la he comido yo. Con cada comentario insidioso sobre mi madre, con los cambios de humor que vengo viendo desde hace un año cada vez que emiten un nuevo decreto-ley (más una Ley por la que mi madre, tras 36 años ejerciendo la profesión, fue retirada de su puesto por su edad –57 años– para, siete meses después, ser obligada a volver a ejercerlo… cuando vieron que sencillamente faltaban controladores), y sobre todo con la certeza de que mi madre no es una persona. Mi madre es un objeto que, como gana mucho dinero, no es ni trabajadora, ni ciudadana, ni persona.
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