Ciclismo

Gante

El Giro tan duro se viste de negro

Hoy, 10 de mayo, hace un año exacto, Wouter Weylandt, 26 años, un crío, joven de pelo pincho, alegre, «risueño», recuerda Pablo Lastras, daba un brinco en su «camino deportivo», «que tan lejos me ha llevado», decía.

Wouter Weylandt falleció hace once años tras un accidente en el Giro
Wouter Weylandt falleció hace once años tras un accidente en el Girolarazon

El 10 de mayo, Weylandt, 26 años, un crío, joven de pelo pincho, «un poco estirado pero muy majete», evocaba Lastras, con toda una vida por delante al fin y al cabo, para seguir llegando lejos, sorprendía a André Greipel en Middelburg, la última etapa del Giro en tierras holandesas antes de volver al abrigo de Italia. Entonces corría en el Quick Step, Weylandt, un crío, joven de pelo pincho. Entonces la vida era vida. Sueños. Metas. Aspiraciones. Ser alguien, uno de los grandes él, Weylandt, el joven, el del pelo pincho al que pocos, muy pocos por culpa de la estrechez, de la peligrosidad, del nerviosismo, vieron caer en el descenso del Passo del Bocco, 25 kilómetros para la meta en Rapallo. Trazó una de las muchas y arriesgadas curvas con el pie adosado al pedal bajo, el muslo estirado y rozó el suelo, maldito el asfalto.

Fue a parar el pedal de Wouter Weylandt, el del joven, el del pelo pincho, al que le costó Dios y ayuda convencer a sus padres para que le dejaran ser ciclista, con un murito, un pequeño salto colocado para no caer al vacío, a la nada. ¡Pam! De nada sirvió el casco esta vez, pues el cráneo rebotó contra el cemento, con todos sus sueños evaporados en los 15 largos minutos que estuvieron reanimándole los médicos. En la eterna espera hasta que llegó el helicóptero que salió desde Génova en cuanto la RAI, la televisión pública italiana, cortó la transmisión para hacer un llamamiento a los servicios médicos. Cuando llegaron las hélices, Weylandt ya no respiraba. Allí había acabado todo. Ya no quedaba nada, ni sueños ni metas, ni caminos largos por recorrer, ni tiempo para crecer. Nada.

Weylandt era un chico normal, conforme a su edad marcaba el ritmo de la vida en Gante, Bélgica, donde residía con su novia, Sophie –ella volvía a casa en coche cuando su chico se dejaba la vida en Italia–, embarazada de un niño que iba a llenar de gritos, pañales y alegría, de pura vida, la casa en el próximo mes de septiembre. No lo verá, no lo escuchará jamás ya Weylandt, el joven al que le gustaba ir al cine, de compras y salir de fiesta con sus amigos. Del montón. Porque fue Weylandt, del equipo de los Schleck, quien se dejó la vida en el descenso del Passo del Bocco; pero podía haber sido cualquiera. Pocos le vieron caer; muchos, sí, tendido en el suelo. «Tenía la cara desfigurada, estaba tirado en el suelo, con la cabeza de lado y muy hinchada, no paraba de sangrar por la cabeza y la nariz», pronunciaba con temor, casi como si lo viera de nuevo, Bingen Fernández, el director del Garmin-Cervélo, que abrió sin pensar la puerta de su coche y dejó al médico de su equipo para ayudar en lo que pudiera. «Al verlo, he pensado que si salía vivo iba a ser más que un milagro».

Nadie lo supo en el pelotón con exactitud; pero los ciclistas son como animales, huelen las desgracias. Así los tratan, como a bestias. Payasos de circo a los que pasear, sea por llanuras, muros de escalada imposible o descensos impracticables. «En el triatlón, miden la temperatura del agua. Si está fría, ordenan poner neopreno, pero si está demasiado helada, suspenden la carrera», protestaba Lastras. No le falta razón. Luego terminó la etapa de Vicioso. Silencio. Así se quedó el Giro, fiesta apagada, luto por Weylandt. El joven, el del pelo pincho, «el risueño», sin sueños ya. Nada queda. Nada.

Vicioso gana una etapa marcada por la tragedia
Ajenos a la tragedia que dejaban atrás, a esos últimos 25 kilómetros serpenteantes, peligrosos sin compasión, los ciclistas prosiguieron la etapa, la tercera. Salieron de Reggio Empilia para llegar a Rapallo. Pablo Lastras, del Movistar, fue uno de los que se lanzó a por ella, junto a Le Mevel, Millar, Dani Moreno y Vicioso en la Madonna delle Grazie. El pelotón, con el Lampre haciendo ancla por el miedo infundido tras el descenso del Bocco, dejó hacer y Vicioso, el de la inteligencia sin igual, un zorro pequeño, listo y vivaz, se llevó la etapa. «¡He ganado, he ganado!», gritó a sus compañeros y directores por el pinganillo nada más cruzar la línea de meta. Savio, el mánager del Androni, no le respondió. Luego, casi de inmediato, se enteró del fallecimiento de Weylandt. No hubo ceremonia en el podio.

«No es momento para celebrar nada», sentenció el ciclista aragonés. Y fue Millar (Garmin) quien se embutió la «maglia rosa», seguido en la general por Vicioso, a 7 segundos, y por el bielorruso Konstantin Sivtsov a 9. En Rapallo, segundo fue precisamente Millar; tercero, Lastras, y cuarto Moreno. Después, Giovanni Tredici, médico del Giro, dijo: «En 29 años en el ciclismo jamás había visto la muerte de un corredor en la carretera. Cuando llegué estaba muerto. El golpe le causó la muerte instantánea, sangraba mucho, con pérdida de masa encefálica». Pero el deceso no se hizo oficial hasta que se lo comunicó la organización de la carrera a Sophie, la novia.

Contador: «Es una noticia que tiñe de luto a la familia del ciclismo»
Los ciclistas llegaban a la meta y se iban enterando del fallecimiento de su compañero. Caras largas, larguísimas las de su equipo, Leopard. Mucho silencio, no había palabras, hasta que habló Alberto Contador. El de Pinto insistió en que es «una noticia malísima, una noticia que tiñe de luto a la familia ciclista. Quiero darle todas mis condolencias a la familia de Wauter, a todos sus amigos, y enviar un mensaje de apoyo al equipo Leopard», comentó. «Independientemente de que cada uno de nosotros esté en un equipo, todos estamos en el mismo sitio y éste es un día muy difícil para el mundo del ciclismo», explicó el corredor español. «Es una pena y es hora de que hagamos algo por dignificar esta profesión. Es algo que se veía venir. Lo había hablado con varios periodistas», dijo Pablo Lastras, tercero en la etapa.