Barcelona
Perder el oremus
Negarse a expresar su solidaridad con las dos secuestradas en Kenia, alegando que una de ellas era madrileña, es un acto de una inhumanidad inconcebible. Eso fue la que hizo Alfons López Tena, diputado de la formación independentista SI, al no votar una resolución del Parlament de Catalunya en ese sentido.
Ver que una persona está sometida por la fuerza de las armas a una ignominiosa privación de su libertad y que su vida corre peligro debería mover a cualquier persona de bien a sentirse próxima a ella. Pero no fue así. Para ese diputado independentista y para su formación – porque hasta ahora no le ha desmentido – la condición de nacida en Madrid, que equipara a la condición de «extranjera», justifica el esperpento de su posición.
¡Nada justifica la pasividad frente a la violación de los derechos más elementales de la persona que están sufriendo esas dos cooperantes! Ni los motivos que impulsen a los secuestradores (económicos, políticos, étnicos o religiosos), ni las creencias políticas que podamos profesar. Despreciar la condición de persona, aceptar su tortura y condicionarla al lugar donde ha nacido es xenófobo y racista. Es lo mismo que hacen quienes afirman que todos los miembros de un país o de una etnia son tal o cual cosa por el solo hecho de haber nacido aquí o allá.
La mayoría de los catalanes nos indignamos con actuaciones como esas porque ni somos, ni pensamos, ni actuamos como este individuo, ni tampoco necesitamos saber que la cooperante madrileña hacia más de tres años que vivía en Barcelona, para manifestar nuestra solidaridad con ella, su compañera y sus familias.
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