Navarra

El triunfo de la vida frente al terrorismo

El triunfo de la vida frente al terrorismo
El triunfo de la vida frente al terrorismolarazon

MADRID-Todos me dicen que el hecho de que el nacimiento de mi primer hijo coincida con el decimoquinto aniversario del terrorífico e inolvidable secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, simboliza el triunfo de la vida frente al terrorismo. Yo, y más ahora que soy madre, sólo puedo ver el dolor de una familia a la que le fue arrebatado un miembro de ella de la forma más vil, aterradora y cobarde.

 Cuando pienso que sólo tenía 29 años, precisamente la edad que tiene mi marido, quien asegura haber empezado a vivir el día que nació nuestro pequeño Carlos, se me eriza la piel. No puedo dejar de pensar en esos cientos de vidas segadas apenas habían comenzado a levantar el vuelo.

También entiendo ahora el dolor de mis padres cuando pensaron que me perdían sin haber cumplido los trece años. Y son muchos, muchísimos, los niños que ETA ha asesinado a lo largo de su sangrienta andadura. Para la familia de Miguel Ángel Blanco sólo tengo sentimientos de cariño y solidaridad, y palabras de aliento para que nunca se rindan. A ellos les digo que admiramos su fuerza y agradecemos su entereza durante todos estos años. Ojalá la llama del llamado Espíritu de Ermua estuviera más viva que nunca. Porque jamás podremos olvidar aquellas dramáticas setenta y dos horas. Hemos vuelto a vivir los angustiosos momentos del 12 de julio de 1997 y recordar dónde estábamos y qué estábamos haciendo durante el trágico desenlace.

No se cedió al chantaje de los terroristas. Sin embargo, años después, durante el mal llamado proceso de paz, tuvimos que ver que políticos democráticos se sentaban a escucharles. No creo que ningún gobierno democrático tuviera que hablar con quienes están orgullosos de pertenecer a una banda asesina, armada, mientras afirmaba que la autodeterminación y Navarra no eran negociables.

Recuerdo perfectamente ver cómo, en plena Audiencia Nacional, los etarras se permitían la arrogancia y la osadía de repetir ante los jueces que no van a parar hasta obtener lo que llevan años reclamando. Y seguimos en ese punto, pero con más muertos sobre la mesa de negociaciones.

Muchas injusticias
La presencia de la izquierda abertzale en instituciones como el Ayuntamiento de San Sebastián y el Congreso de los Diputados era precisamente una de las contrapartidas a las que la sociedad española en general y las víctimas del terrorismo en particular, nos oponemos de lleno. Sin embargo, después de haber sufrido en carnes propias o, peor aún, haber perdido seres queridos, hemos tenido que observar impotentes muchas injusticias.
Recuerdo también cuando, allá por el 2008, etarras salieron de la cárcel para someterse a un tratamiento de fertilidad, por sufrir apnea de sueño, depresión y demás excusas injustificables para quienes han quebrantado la Ley privando del principal derecho a sus semejantes: el derecho a la vida, mientras los presos comunes se arrepentían de no haber asesinado en nombre de ETA.

Tampoco nos tranquiliza saber que la llamada «Vía Nanclares» será benévola con quienes no tuvieron compasión ni se apiadaron de los que mandaron bajo tierra con bombas o descerrajando tiros en la nuca.

Sólo nos queda agradecer a quienes se siguen acordando de las víctimas del terrorismo su apoyo y su lucha continua por la memoria, la dignidad y la justicia, y pedir que no haya un muerto más.

 Aunque me temo que el hecho de que el entorno terrorista tenga representación política no nos exime de ese riesgo, si no van las cosas como ellos exigen, según ya han amenazado. Aunque haya sido de forma aislada e individualmente, sabemos cómo se las gastan.

 La esperanza es que continúen los nacimientos, como el que acaba de llenar, dar sentido y recompensar mi vida, de quienes rechacen por completo la violencia y condenen todos los asesinatos cometidos. Porque también creo que la vida siempre vence, del mismo modo en que el amor vence al odio.

 

Una simbólica coincidencia
Ha querido el destino que Irene Villa se convierta en madre justo en el momento en que se cumplen quince años del secuestro y posterior asesinato del joven concejal de Ermua. Jornadas en las que España vivió con el aliento contenido en las 48 horas que duró el ultimátum terrorista y estalló de indignación cuando se supo la noticia de su terrible final en un bosque de Lasarte: arrodillado, con las manos atadas a la espalda, sujeta su cabeza por uno de los pistoleros mientras el otro, el homicida Txapote, descerrajaba no uno, sino dos disparos en la cabeza a Miguel Ángel Blanco. Para asegurarse de que el crimen surtía efecto. La reacción posterior es una de las mayores demostraciones de repulsa vividas en nuestro país por la barbarie terrorista. Justicia poética es que quien sufrió en primera persona la crueldad de ETA alumbre una vida precisamente ahora que todos recordamos aquellas fatídicas horas de 1997.