San Sebastián
El Kursaal celebra el día de la familia
Más allá del dinero, ¿qué pueden tener en común Norman Foster y Julia Roberts? Pues un programador del Festival de San Sebastián. El arquitecto heredó ayer el título de estrella invitada de honor que días atrás lució la novia –a la fuga– de América. Las entradas volaron para el estreno del documental «¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?», no sabemos si de tal pelea por compartir patio de butacas con él saldrá algún encargo para San Sebastián.
Mientras media ciudad estaba en el teatro Victoria Eugenia, la otra media cenaba haciendo especulaciones sobre el palmarés. Que si «Pan negro», de Agustí Villaronga se merece el premio, pero ya sabemos cómo actúan los jurados, que si «Misterios de Lisboa», de Raúl Ruiz, también, con el handicap de cómo va a durar la proyección de clausura cuatro horas largas... Otros se acuerdan de Peter Mullan y «Elisa K» para la pedrea...
Añadió un poco más de emoción al asunto que las dos películas del último día levantaron el nivel medio general. Y parecieron ponerse de acuerdo en la temática: podríamos decir que el Kursaal celebró ayer el día de la familia. La directora argentina Victoria Galardi debuta con «Cerro bayo»: un cortejo de cuervos de la misma familia que acuden al olor del dinero heredable cuando a la abuela se le va la mano con las pastillas y llega al coma. «Para buscar un conflicto nada mejor que sentarse en una mesa familiar», dice la realizadora. El título corresponde a una de las estaciones de esquí más conocidas de Argentina, y su paisaje marca mucho a los personajes, cuyo principal tema de conversación es si nevará o no y cuándo llegarán los turistas: «Intentamos no hacer paisajismo», añade la directora.
El ultimísimo título de crédito de la sección oficial cayó con la china «Adicto al amor», que volvió a hacernos leer en los subtítulos la palabra alzhéimer: Liu Hao plantea un reencuentro sentimental en la tercera edad y media entre un anciano hiperactivo y una adorable octogeneria con síntomas de demencia: «Son dos actores no profesionales que se interpretan a sí mismos», nos advierte el realizador, que ha construido el guión gracias a la experiencia de haber crecido en Shanghái con su abuela y la inspiración del padre de un amigo, que adoraba comer en restaurantes de comida rápida: «Durante todo el tiempo que pasé con mi abuela conocí a mucha gente de su edad que se pasaba el día contemplando el paisaje. Se me ocurrió que alguno de ellos también tendría su orgullo y sería muy diferente de los que yo me encontré».
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