Trípoli
Estoy en España por Enrique Miguel RODRÍGUEZ
En vez de estar instalados en la luminosa primavera, seguimos en los días grises de noviembre. Vienes conduciendo camino de tu trabajo y empiezas a oír a políticos, periodistas o particulares que se asoman a las ondas, y cuando aparcas y sales a la calle, temes que te vas a encontrar un panorama como si te hallaras en Trípoli. Resulta que te encuentras en una calle con más de diez terrazas, con las mesas a tope, grupos de turistas, coches de caballos transportándolos y el movimiento de personas que pasean o van a sus trabajos o estudiantes que acceden a sus facultades. Todo dentro de una normalidad. Te preguntas qué es lo que no concuerda. Que estamos en crisis hace tiempo –además, la peor administrada de nuestro entorno– es una verdad casi absoluta. La diferencia de España, para bueno, es que padecemos crisis de país rico. Por supuesto, que esto se lo digan a los que no trabajan, a los que no tiene paro, y muy justamente te podrán decir de todo, pero ya sabemos que la feria es distinta para cada persona.
Espero que pasen las elecciones, que ganen los que tienen verdadera capacidad para mejorar las cosas. El otro día, en una reunión se comentaba por qué en algunas comunidades con dirigentes imputados en delitos de corrupción, el electorado no les pasaba factura. La contestación de una señora fue cínica pero muy realista: «Los electores han llegado a un momento que perdonan el ‘trinque' si produce riqueza y trabajo, castigan a los que se lo llevan calentito y dejan miseria y proyectos sin terminar». Lo dicho, que pasen pronto las elecciones, que ganen los mejores y los más honestos, que nos volvamos responsables, pero sin instalarnos en una especie de casa de Bernarda Alba todos los días del año.
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