Barcelona
Asunción esa muchacha
La actriz «escribe» su biografía en «El tiempo es un sueño»Cuándo: hasta el 18 de noviembre, excepto lunes y viernes 9. Dónde: Teatro Español. Sala Pequeña. Madrid. Cuánto: 15 euros. Tel. 91.360.14.80
Hay unanimidad, da igual con quien hables de ella: es difícil decir nada malo de Asunción Balaguer. Actriz versátil, trabajadora –ahí la tienen, con 86 años y estrenando–, mujer sonriente y encantadora... Hay mucha Asunción en Asunción, y ha decidido contarlo, convertida en protagonista de su propia historia en «El tiempo es un sueño», un texto hecho a su medida por Rafael Álvarez «El Brujo», quien la dirige también en este monólogo con el que se «desnuda». Aunque no del todo, reconoce. «Me preguntan a veces si quiero escribir unas memorias. ¿Para qué? Si no voy a decir la verdad, porque en las memorias lo importante te lo callas». De varias charlas con El Brujo surgió un soliloquio, hilado con el piano de Anna Fernández Torres, sobre su vida y su carrera. O acaso ambas a la vez. «No hay separación –reconoce la actriz–, porque los actores convivimos mucho, tenemos una sensibilidad especial. Sabíamos todo de todos: éramos una gran familia. Ahora ya no ocurre así». Balaguer nació en 1925 y la obra recorre «la monarquía, la república, la guerra, la posguerra, la dictadura... Los de mi generación hemos pasado tantas cosas que eso nos ha hecho fuertes. No nos importa viajar en primera o en tercera».
Una niña burguesa
Hija de un médico de clase medio-burguesa, se crió en una casa grande, con jardín y terraza. Venía de familia de comerciantes y rentistas y su vocación de actriz, al comienzo, no fue bien vista. Pero su madre, más liberal la ayudó: «Quiero que tengas imán, que le gustes a la gente», le dijo, mientras la empujó a prepararse. Su carrera arrancó con «La discreta enamorada». «En aquella época, el teatro en Barcelona tenía mucho prestigio», recuerda. «Venían alumnos de la alta sociedad, gente interesante. Cuando empecé era bonito, se esmeraban mucho con los trajes y la decoración». Pero las noches memorables llegaron con «Tierra baja» –«siempre mis grandes éxitos han sido con Guimerá»–, donde Tamayo dio la oportunidad a Balaguer de actuar junto a Carlos Lemos.
Su historia con Paco Rabal fue un flechazo que cuenta con brillo en los ojos: «Era un momento dramático: yo llevaba una carabina que me echó un vaso de vino por la cara. Estaba toda la compañía allí, pero el único que se levantó fue Paco, que notó mi situación. Bailamos aquella noche y ya nos hicimos novios. Fue muy hermoso». Ya casados, obras como «María Rosa» le brindaron a Balaguer más aplausos. «Pero yo lo hacía porque me gustaba, nunca he trabajado para tener éxito». Convivían con buenos amigos como Fernando Fernán- Gómez. «Era gente muy generosa y alegre, siempre estaban contando cosas muy graciosas». Recuerda aquellos años «con cariño y alegría. Me encantaba sentarme al lado de Fernán Gómez, lo veía tan educado y gentil que me sentía protegida».
Luego llegó el retiro, voluntario, durante años: «Me di cuenta de que era más necesaria en mi casa, ayudando a Paco, que necesitaba a alguien a su lado». Y en 2001, el golpe. «El trabajo me ayudó nada más morir él. Tenía una película firmada, "Primer y último amor". Me dijeron que si quería, lo dejara, pero fui, y había muchos actores conocidos que me ampararon y me ayudaron a sentirme valiente. Después me llamaron para Portugal, que me vino muy bien. Allí dejé de ser "la viuda de Paco Rabal": no es que no agradeciera el cariño, pero me dejaba destrozada. Y recuperé el teatro». Y vaya si lo hizo: «Aún no es Navidad», «El pisito», «Follies»... Poco a poco lo conseguí». Y añade con vitalidad: «Voy a cumplir 87 años, me quedan tres para 90. Pero aprovecharé todo lo que pueda».
El recuerdo de Rabal
La biografía de Balaguer se cruza con la de Paco Rabal, su vitalidad, su sentido del humor... Ella recuerda cómo lo tuvo claro desde el principio: «Un día, subiendo unas escaleras, me dije: este chico puede que no me hable con él o puede que vaya a ser mi marido». Y así fue. Igual que otro de sus presentimientos: «Éramos pobres, pero sabía que Paco iba a ser famoso».
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