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Londres

El tormento del sexo

Delroy Grant, de 53 años, natural de Jamaica, residente en Inglaterra, ha resultado ser el violador de ancianos que según la Policía lleva 17 años abusando sexualmente y acosando a sus víctimas en el sur de Londres. Los agentes calculan que puede haber realizado más de 600 ataques a hombres y mujeres entre los 70 y los 90 años.

La Razón
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En casi todas las grandes ciudades, de casi todos los grandes países, hay siempre actuando un acosador como Delroy, aunque no lleguen a sus espectaculares cifras. El hecho de que no sea descubierto se debe a que sus víctimas no suelen denunciarlo. En España, en Madrid, durante años, el violador de Pirámides tuvo la libertad de abusar sexualmente de mujeres en distintas zonas sin llegar a ser descubierto. La Policía incluso no sabía a ciencia cierta si se trataba de un violador o de varios. Fue capturado por el empeño de una de sus víctimas a la que por cierto no logró hacer daño.

El colectivo de ancianos es un grupo vulnerable que con frecuencia vive en casas poco seguras, antiguas o en mal estado. Los delincuentes como presuntamente es Delroy actúan como el estrangulador de Boston excepto porque no matan. El estrangulador se presentaba en las casas haciéndose pasar por el operario que venía a arreglar desperfectos, bien fuera de fontanería u otras chapuzas. Grant, con su cara exótica, trabajaba de taxista y se aprovechaba de sus pasadas ocupaciones como albañil.

Durante los muchos años de actuación impune, el acosador estuvo a punto de caer en manos de la Policía, pero llegó a confundirle hasta el punto de que las tres veces que estuvo a punto de atraparlo, lo salvó por haberlo declarado «ciudadano libre de toda sospecha». Estos delincuentes de «cuello blanco» atacan sólo en horas fuera de su trabajo, se mantienen fieles a un ritmo que les permite cumplir sus obligaciones sociales y luego, en su tiempo libre, se dedican a arruinar la existencia de los demás.

En teoría entran a robar, incluso en los primeros momentos convencen a sus víctimas de que, en cuanto aflojen la pasta, quedarán libres. Pero nada más contrario a la realidad. Delroy se divierte obligando a hacer sorprendentes hazañas sexuales a sus ancianas víctimas.

El acosador ha tenido ocho hijos con cuatro mujeres distintas. Y entonces, ¿por qué asalta a ancianos? Muy sencillo: es un ejercicio de poder que le da morbo. Delroy, en la parte de su vida pública, ha abrazado la religión de los Testigos de Jehová. En el colmo de la generosidad marital, cambió de religión para acompañar a su actual esposa que, herida por la enfermedad de esclerosis múltiple, se hizo Testigo antes de sentarse para siempre en una silla de ruedas.

De modo que el acosador nocturno durante el día es una especie de caballero de la mesa redonda, gentil y entregado en su matrimonio. Al llegar la oscuridad se convierte en la gran amenaza de los pensionistas del sur de Londres. Delroy Grant tiene conciencia forense y después de sus largas sesiones de tortura sexual limpia la escena del crimen para no dejar huellas.

Sin olfato de sabueso
Los habitantes de Londres, como en su día los de Madrid, se muestran disgustados por cómo se ha permitido la impunidad de este tipo de depravado. Algunos testigos vieron el coche del agresor cerca del domicilio de sus víctimas pero no fueron capaces de desenmascararlo. Incluso un policía estuvo a punto de interrogarlo en su casa, pero no estaba y el agente no volvió. Un policía sin olfato de sabueso. De haber conseguido su ADN y las huellas dactilares se habría llevado la agradable sorpresa de que coincidían con las pruebas indubitadas de la escena del crimen.

El programa de televisión «Crimewatch» le pisaba los talones. Incluso alguien llegó a dar su nombre tras ver el especial que le dedicaron. Delroy llegó con su padre a Londres en 1991 y tras casarse y profesar la nueva religión comenzó sus ataques. ¿Hay algún asaltante de ancianos en España? El último conocido fue Jose Antonio Rodríguez Vega, el asesino de Santander, que fue asesinado a puñaladas en un patio de la cárcel de Topas, Salamanca.