Barcelona

El Barça cae en la trampa

Durante diez minutos, el Parken Stadion de Copenhague dejó de ser un estadio de fútbol para convertirse en un inmenso ring. Bolaños se dejó el traje de futbolista en el vestuario y compareció ataviado al más puro estilo Hulk Hogan. Dejó grogui a Puyol de un mandoble y, poco después, a Keita con un codazo

El jugador Claudemir (c) del Copenhague celebra tras su anotación ante el Barcelona
El jugador Claudemir (c) del Copenhague celebra tras su anotación ante el Barcelonalarazon

Valdés se olvidó que era futbolista y emuló a Ralph Macchio en «Karate Kid». N'Doye acabó en la lona. La agresividad que había pedido Solbakken en la víspera se convirtió en violencia por momentos, con la absoluta aquiescencia de Balaj y sus cinco asistentes, que debieron dejarse las gafas en Rumanía.

Afortunadamente, la cosa no pasó a mayores y los argumentos futbolísticos empezaron a imponerse en el combate. El Copenhague corroboró la buena imagen ofrecida en el Camp Nou y dio la razón a Guardiola, al que muchos llamaron «loco» por ensalzar al conjunto danés hasta límites insospechados. El de Santpedor no se equivocaba. Jugando a fútbol, el equipo de Solbakken puede sentarse a discutir con cualquiera, como hizo con todo un Barcelona, al que arrancó un empate celebrado como una victoria por su afición. El punto no sirve a ninguno de lo dos para sellar su presencia en octavos, pero el empate entre Rubin y Panathinaikos deja a daneses y españoles muy cerca.

El planteamiento de Solbakken era bien sencillo. No escatimar en intimidaciones con el rival y reducir los espacios al máximo, juntando a sus dos líneas de cuatro en apenas 30 metros. Con pocos espacios, el Barça no estuvo nada cómodo, pero si sus pasadores hubieran tenido un día más inspirado, el partido podría haberse convertido en una sangría de goles, a favor de los barcelonistas.

Superado el tramo inicial, los azulgrana empezaron a adueñarse del balón y las oportunidades no tardaron en llegar. Messi, cómo no, inauguró el marcador tras una jugada muy bonita en la que Keita tuvo una participación clave. El tanto supone el número 100 desde que le dirige Guardiola y le convierte en el máximo realizador europeo de la historia del Barça, con 32. Pero fue el malí el azulgrana que mejor entendió el partido planteado por el Copenhague y sus desmarques, llegando desde la segunda línea, crearon numerosos espacios que sus compañeros no supieron aprovechar.

El partido pudo haberse roto con el gol del argentino, pero Claudemir empató en la jugada siguiente tras una acción desafortunada de Valdés. El tanto danés inspiró al Barça, que acechó la portería de Wiland hasta el descanso sin éxito. La segunda parte fue muy diferente a la primera. Menos dinámica, con muchas interrupciones, y con un equipo barcelonista que se olvidó de tener el balón y se vio acorralado por su rival durante muchos minutos, demasiados.

Palo de Pedro
Xavi pasó completamente inadvertido e Iniesta no era suficiente para superar la presión de los daneses, muy intensa hasta el pitido final. Gronkjaer se convirtió en una pesadilla para la zaga azulgrana por la banda, pero sus centros no encontraron rematador. En la otra portería, sólo una acción aislada de Pedro superado el minuto 90 pudo cambiar el signo del choque, pero su disparo se encontró con el palo. Hubiera sido el gol de la jornada. Aunque la sensación general fue de que si alguien pudo marcar fueron los locales.

El empate sirvió para demostrar por qué el Copenhague había ganado nueve de los últimos diez partidos de «Champions» en su casa, al mismo tiempo que certificó los problemas europeos del Barça a domicilio, con sólo una victoria en los últimos once partidos. Ahora, en la semana del clásico, los azulgrana tendrán que repartir esfuerzos.


Guardiola se encaró con Solbakken al final del partido
Resulta difícil ver a Guardiola perdiendo los papeles. Pero detrás de esa imagen impoluta y tranquila, hay un hombre de lo más temperamental. Al acabar el partido, el técnico azulgrana le recriminó a Solbakken sus declaraciones en la víspera en las que alentaba a sus jugadores a «asustar» a Messi, emplearse con agresividad y tildando a Pinto de «huevo podrido». Camino de los vestuarios, la conversación se fue calentando y sólo la aparición de Busquets para sujetar al entrenador noruego evitó males mayores. «Preguntarle a él, que lo explica todo en la sala de prensa», contestó a la televisión Guardiola. «Nosotros nunca hemos pedido una sanción a la UEFA, ellos lo han hecho con Pinto, es su problema. Pero luego no puede aparecer Solbakken en rueda de prensa y meterse con Pinto. Eso me excitó», reconoció.