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La solidaridad con los inmigrantes por Ll Martínez Sistach
La Iglesia celebra hoy la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado. Una iniciativa del Santo Padre, quien ha publicado un mensaje sobre este día en el que comenta el lema elegido para esta ocasión: «Migraciones y nueva evangelización». En él afirma: «el actual fenómeno migratorio es también una oportunidad providencial para el anuncio del evangelio en el mundo contemporáneo».
Es muy significativo el realismo que reflejan las palabras de Benedicto XVI, quien reconoce que «se hace difícil hallar una referencia unificadora que estimule la formación de una única familia de hermanos y hermanas en sociedades que cada vez son más multiétnicas e interculturales, en las que también personas de religiones diferentes se ven impulsadas al diálogo, para que se pueda construir una convivencia serena y provechosa basada en el respeto a las legítimas diferencias».
Me parece que debemos reconocer, en medio de la crisis actual y de las no pocas dificultades a las que ha de enfrentarse nuestra sociedad, que existe entre nosotros un clima de respeto y de acogida a los inmigrantes y a los refugiados. Me complace reconocer que, en el actual contexto pluralista, cultural y religioso, son muchos los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, y los cristianos y cristianas laicos que hacen realidad el deseo manifestado por el Papa en el mensaje que comento: «Las Iglesias de origen, las de tránsito y las de acogida de los flujos migratorios han de intensificar la cooperación, tanto en beneficio del que marcha como del que llega, y en todo caso del que necesita encontrar en su camino el rostro misericordioso de Cristo en la acogida del prójimo».
«Encontrar el rostro misericordioso de Cristo en la acogida del prójimo». He aquí unas palabras que definen el esfuerzo que están haciendo entre nosotros muchas personas y comunidades cristianas, y también instituciones como Cáritas y otras, todas ellas empeñadas en acoger a las personas y familias inmigradas y facilitar su integración en nuestra sociedad. Hay que reconocer que la actual crisis económica hace difícil y especialmente ardua la realización de los programas políticos, económicos o sociales que buscan ayudar a los inmigrantes. Pero las dificultades no deben ser obstáculo para lograr lo que las administraciones y la iniciativa de las instituciones privadas han de hacer en este sentido.
Quisiera acabar con una llamada a los inmigrantes que son de religión católica. Afirmo a menudo que en la Iglesia nadie ha de sentirse forastero. Les pido que se sientan como en su casa en nuestras comunidades. Ya es una realidad su presencia y representa un enriquecimiento recíproco. Catalunya, país de marca, país fronterizo, tiene larga experiencia de acogida y de integración de las personas que a ella llegan. Esta tradición no se ha extinguido, sino que ha de ser un impulso para responder a los nuevos retos del momento presente.
Nuestra archidiócesis de Barcelona en el actual Plan Pastoral –como ya lo hizo en el anterior– propone como uno de los objetivos prioritarios de todas sus actividades, expresar la solidaridad con los que sufren como expresión de la fe cristiana y el fomentar la participación de los inmigrantes con los que compartimos la fe en las comunidades cristianas.
Ll. Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona
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