Lorca

La mancha humana por Oché Cortés

La Razón
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La noche del cuatro de julio estuve en Madrid, ayudando a recoger una distinción que la Academia de la Televisión le concedía a la tele de todos los murcianos. Los profesionales de lo mismo en España concluyeron que los acontecimientos narrados por nuestros periodistas, presentadores, cámaras, redactores, productores , editores y todo lo que se menea en una televisión, se merecía un premio. Subimos a recoger el famoso Iris por muchas cosas, porque en el escenario estaban todos los nombrados, pero en nuestro corazón habitó la gente de Lorca, a quien estaba de verdad iba dirigido el premio. El periodismo directo, cuatro horas de programa ininterrumpido, la mancha humana que sudó cada crónica, que alguno de los nuestros estaba tras un micro y no sabia si tenía casa o había perdido a la familia, la implicación lógica que supone la dicotomía entre trabajar en lo que te gusta y en lo que te duele al mismo tiempo, la suma solidaria de una plantilla trabajando 24 horas. Y luego, operar la herida al día siguiente. Y al otro. Y cuando el resto de las teles han desaparecido. Periodismo directo al corazón, como todo lo que pasó esa tarde en Lorca. El Premio Iris de la Academia de la Televisión nació como la película, un 4 de julio. Y como la cinta americana, surgió de un destrozo, provocando daños irreparables en la entraña, en los que se fueron para siempre y en los que los lloran cada mañana. Desde aquellas jornadas, todos somos distintos, que cada cual muere a su modo. La noche del 4 de julio sólo estábamos tres en el escenario de Madrid. Pero en nuestro espíritu yacía la mancha personal de los que lo contaron. Y la pena por los que murieron o perdieron una parte de su cuerpo, una parte de su calle o una parte de su vida. O las tres. No lo olvidamos. Ese premio es testigo.