Juegos Olímpicos

Grand Slam

El primo Rafa por María José NAVARRO

El primo Rafa por María José NAVARRO
El primo Rafa por María José NAVARROlarazon

Como siempre que juega Nadal, paso unos nervios horrorosos. Me digo «esta vez lo veo. Me pongo a Manolo Poyán, que es un fenómeno, y me veo a Nadal en Eurosport». Me lo digo y saco el jamón y una cervecita fría y unas patatas fritas que me las tengo prohibidas y me las prometo muy felices. Planazo, nena, planazo. Oye, qué a gustísimo estoy. A medida que va pasando el tiempo, noto que estoy más cómoda. Me quito las zapatillas, pongo los pies encima del puf de polipiel, y doy grititos en los puntos más disputados. Me levanto, doy vueltas por el comedor, me apoyo en el aparador Norden, pego pataditas a la silla Henriksdal, y quito las pelusas de la vitrina Tord Björklund. Acaba el partido, levanto los brazos y le atizo sin querer un golpazo a la lámpara Regolit. Todo eso hago cuando veo los partidos de Nadal.

Los partidos repetidos, ojo, cuando ya han pasado unas horas, cuando ya sé el resultado y cuando lo único que queda por decidir es si me abro unos mejillones o un tomate. Yo no puedo ver los partidos de Nadal en directo, no puedo. Yo me muero. Y por lo visto, no soy la única. Me cuentan desde Eurosport,precisamente, que los partidos repetidos de Rafa también tienen buena audiencia. Se trata ya de disfrutar de cada jugada, de los detalles, de la sonrisa segura de nuestro campeón. La otra noche, como siempre, ni siquiera pude ver el calentamiento. El día que Nadal juega una final procuro entretenerme con cualquier otra cosa, aunque de vez en cuando cambio para ver cómo va el chaval. Cambio poco, paso apenas unos segundos por el canal, y luego me tengo que poner de pie y pegarme un paseo. El lunes me metí en la cama como se meten los niños cuando saben que vienen los Reyes, con una mezcla de miedo, ilusión y nervios grandísimos y me desperté temprano con cuerpo de primer día de colegio, con sueño, ilusión, temor y grandísimos nervios. Rafa Nadal había ganado el U.S. Open, completa el Gran Slam, y es el séptimo tenista de la historia que lo consigue, pero a mí la estadística me da exactamente igual. No logro contener dos lagrimones como dos kiwis cuando le veo llorar en el suelo, cuando observo su abrazo cariñoso a Djokovic, cuando se esfuerza en aparecer contenido para no humillar a su adversario. Nadal ha conseguido grandes éxitos deportivos, pero lo mejor que ha hecho es ganarse un sitio en nuestras familias. Qué tío, con perdón, más cojonudo.