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Un razonado optimismo por Joaquín Marco

Cualquier sacrificio será mal recibido, porque la crisis se alarga y nadie parece conocer ni su sentido ni las vías de escape, que debe haberlas

La Razón
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Mientras se van conformando las instituciones dominadas por la abrumadora mayoría del PP, el Senado italiano se irrita ante los recortes programados en alemán y traducidos por Monti, aunque los acepta. Parece como si existiera un tejido mal urdido que uniera a las dos penínsulas mediterráneas. Porque, desde que entramos en serio en Europa en 1986, nuestra economía y hasta la contradicción explícita entre Norte y Sur han venido aproximándonos.
Superamos a Italia en 2007, lo que permitió a nuestros dirigentes de entonces augurar que la próxima meta era alcanzar a Francia. Pero no ha sido así. No es necesario enumerar las desgracias que se han abatido en los últimos años sobre nuestra economía y que han llevado, según las estadísticas de 2010, a quedar ya a un punto por debajo de los intervenidos italianos. Nuestros 24.500 se sitúan por debajo de los 26.400, la media de la Unión Europea.
Nos estamos empobreciendo y para ello tampoco es necesario recurrir a estadísticas, sino darse un garbeo por algunas ciudades, hoy iluminadas para atraer a posibles compradores y justificar una Navidad y un año que se anuncia cargado de sacrificios, como apuntó el monarca y reitera Mariano Rajoy. Claro es que la fiesta, como siempre, va por barrios y los millones de parados (y los que vendrán) poco tienen que ver con las minorías que se enriquecen e incrementan el lujo.

De cada tres parados europeos, uno es español. Pero Alemania, ya en 2010, pasó del 116% al 118%, creció dos puntos, aunque tampoco, pese a sus logros económicos recientes, nuestro ídolo camina con buen pie. Buena parte de la zona euro, sujeta a tanto sacrificio, se hunde en la recesión. Nos auguran que España entrará en ella en el próximo trimestre, puesto que el crecimiento del presente ronda el cero. Algún milagro deberá hacer el nuevo Ejecutivo desde su primer día para ofrecer alguna esperanza. En Cataluña, el Govern de la Generalitat anuncia que es posible que se retrase este mes en el pago de sus proveedores y hasta en el abono de los sueldos de sus funcionarios y ha suprimido para el 2012 las oposiciones a la policía autonómica. Es un modelo que Duran ofrece a Rajoy. Con una inflación que este año se cerrará en el 2,9%, los niveles de vida volverán a descender. No puede resultar sencillo borrar las sonrisas tristes, las preocupaciones por la continuidad de los puestos de trabajo, un cierto descuido –incluso en el vestir– que se observa al andar por las calles. La caza del funcionario distraído, siempre bien recibida, no deja de ser preocupante, dígalo Rosell o su porquero. Los globos sonda son tantos y de tan diversos colores que impiden tomarlos en consideración. Alguien, por ejemplo, acaba de inventarse el «miniempleo» con su «minisueldo» correspondiente y se atribuye a un invento alemán, aunque desnaturalizado.
Otros son partidarios de la desvalorización en las rescisiones de contratos laborales. Todo para disimular una posible tasa de paro del próximo año, del 22% o más. Cabe admitir que estamos siendo la vergüenza de Europa en este ámbito y en otros. Y la patronal no tiene ideas para crear puestos de trabajo. Los nuevos ministros deberán estrujarse el cerebelo.

La desmoralización y la tristeza que se perciben en la sociedad española, con todos los matices que se quiera añadir, perjudican la naturaleza de nuestra democracia, calificada de social, y otras instituciones. La afiliación sindical no crece cuando el trabajador ingresa en este submundo del paro o del trabajo en negro. Los pensadores del PP deben administrar su éxito con gran moderación. Cualquier fracaso les será desde ahora atribuido. Y el PSOE tampoco se encuentra en buenas condiciones para actuar de contrapeso, ni para recibir más castigo. La crisis se acentuaría con la destrucción del equilibrio partidista y podríamos caminar por el mismo sendero que recorrió Italia y que tan malos resultados les está dando. Una socialdemocracia en crisis en el Continente y en las Islas Británicas puede animar alternativas más radicales y peligrosas. Ya cierto violento racismo asoma la oreja. Contemplar las fotografías del rostro de Pérez Rubalcaba no anima precisamente a creer que una alternativa a medio plazo se está forjando. Cualquier sacrificio será mal recibido, porque la crisis se alarga y nadie parece conocer ni su sentido ni las vías de escape, que debe haberlas. Se escuchan voces en el ámbito del PP que creen, contra la rigidez ceñuda de la Sra. Merkel, que hay que iniciar un cierto consumo que ha de llevarnos al crecimiento que nos permita pagar deudas y mejorar los ánimos: volver a la media pensión en la que nos hallábamos. No le faltarán a Rajoy consejeros de toda índole. Pocos serán críticos en su entorno. Pero la proliferación de partidos en el Congreso, la decadencia del PSOE y algunas voces ásperas que ya se oyen, pueden convertir el éxito electoral en un empeño difícil. Le quedan a Rajoy horas, cien días y cuatro años. Conviene insuflar entre todos un razonado optimismo.