Pakistán

La libertad de Asia

La Razón
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Una cochambrosa tradición ha acostumbrado a los europeos a pensar su libertad fuera de la religión, cuando no contra ella. Según esto, para modernizarnos necesitábamos dejar de creer en Dios. Desde que la mentalidad contracultural se hizo con el poder en nuestras sociedades (y se enseña en las escuelas, se subvenciona desde los gobiernos y se difunde desde los medios públicos), esa religión contra la que hay que luchar para que nos consideren libres es el cristianismo. Tal fue la base de la «alianza de civilizaciones». En realidad, el fundamento de la libertad es la libertad religiosa. Para conseguir la libertad no había que impedir la religión. Había que evitar que el poder político impusiera ninguna. John Locke, padre del liberalismo, llegó a sostener que una sociedad que quiera preservar la libertad no puede darse el lujo de tolerar el ateísmo, que disuelve cualquier lazo social... El debate resurge ahora en algunos países, en particular en algunos musulmanes. La ola de fundamentalismo islámico ha revivido un rito antiguo y tribal, la caza del cristiano, caza salvaje, sin la menor humanidad. También está forzando normas contra el pluralismo y la libertad religiosa, como ha ocurrido en Pakistán con la ley anti blasfemia. Hay un programa fundamentalista de pura violencia y otro de ocupación de la ley y las instituciones. El caso de Asia Bibi, una madre de familia condenada a muerte en virtud de una ley supuestamente religiosa, es el último resultado, de esta estrategia que ha cambiado la vida en los países musulmanes. La causa de Asia Bibi es una causa religiosa, pero también es la causa de la libertad misma, la de todos los que la quieren preservar, sean o no cristianos. Los gobiernos democráticos, que nos representan a todos y cuya legitimidad última reside en la salvaguardia de nuestros derechos, es decir de nuestra libertad, tienen la obligación de hacer todo lo que sea posible para impedir que continúe esta persecución intolerable contra los cristianos y contra la libertad. Tenemos medios, y podemos aplicarlos.