Teatro

Estreno

Gerardo Vera cierra con «Agosto»

 Vera dice adiós al CDN con este drama familiar de Tracey Letts que protagoniza Amparo Baró, quien regresa a escena después de doce años

Los Weston en escena: de izda. a dcha., Gabriel Garbisu, Abel Vitón, Markos Marín, Clara Sanchis, Sonsoles Benedicto, Amparo Baró, Alicia Borrachero, Antonio Gil, Carmen Machi, Irene Escolar y Marina Seresesky
Los Weston en escena: de izda. a dcha., Gabriel Garbisu, Abel Vitón, Markos Marín, Clara Sanchis, Sonsoles Benedicto, Amparo Baró, Alicia Borrachero, Antonio Gil, Carmen Machi, Irene Escolar y Marina Sereseskylarazon

Cuando Gerardo Vera asumió la dirección del Centro Dramático Nacional en 2004, tenía ya en mente llevar a escena algún texto contemporáneo norteamericano. Al final, optó por levantar el telón de su primera temporada con «Divinas palabras», «algo más institucional», reconoce. En 2008 le cautivó «Agosto (Condado de Osage)», de Tracey Letts, pero fue pasando el tiempo, Pentación adquirió los derechos de la obra... En fin, que un poco más y Vera se queda sin dirigirla. Porque el montaje que esta semana estrena en el Teatro Valle-Inclán es una despedida, la suya. Tras ocho años como director, el contrato de Vera con el CDN termina el 1 de enero –le sustituirá Ernesto Caballero– y aunque aún le queda dirigir a Nuria Espert en «La loba» esta temporada, será en febrero y lo hará ya como director invitado. A su adiós se suma como contrapartida un regreso, el de la veterana Amparo Baró a la escena después de doce años dedicada a la televisión y el cine. En ella vio Vera a la perfecta Violet Weston, la matriarca de una familia decadente del medio oeste americano; una saga que se hunde en envidias y desilusiones enfrentada por una herencia y otras mezquindades e incapaces de escapar al destino de una vieja mansión que parece hundirse físicamente en el fango.

«Me identifico mucho con ese tipo de familia putrefacta, más que con una familia establecida, porque los sumideros emocionales, que llevan por dentro, unas los tapan o controlan más, y otras los sufren y lo evidencian. Esta familia totalmente desestructurada. Pero Tracey Letts, un director-autor con una escritura dramática portentosa, ha creado una familia abandonada en Oklahoma, en mitad del campo, a partir de la desaparición del padre, un poeta e intelectual. La familia vive en una casa que es una metáfora de la podredumbre: está edificada encima de un sumidero y las aguas pantanosas van subiendo y ellos no hacen más que poner toallas debajo de las puertas. Más que una familia, es una epidemia. Yo me siento muy a gusto en ese tipo de fregado. Me atrae observar al ser humano en situaciones límite, dolorosas y ácidas. Y ese tipo de humor corrosivo, inteligente, vitriólico y violento que tienen casi todos los personajes de la obra».

El esqueleto de una mansión
Con ecos de Eugene O'Neill, Tennessee Williams, Edward Albee «y el mejor teatro americano», cuenta Vera, la obra le valió a Tracey Letts (Tulsa, Oklahoma, 1965) el éxito desde que se estrenó en Chicago en 2007 y el Pulitzer un año después. El espectáculo, asegura Vera, «está inspirado en el sueño americano». Sonarán Bob Dylan, Eric Clapton, Angelo Badalamendi, y habrá proyecciones de súper 8 en las que se cuenta «la historia de una familia americana». Una estética que transporta al universo del pintor Andrew Wyeth.

En escena, Vera y el escenógrafo Max Glaenzel han «diseccionado» la casa de los Weston, una mansión de tres pisos «que tiene algo de esqueleto», cuenta el director, «donde conviven las acciones pero de una manera realista, no teatral. No he cargado las tintas en hacer alarde de escenas simultáneas: me he ido al corazón de la obra; cuando la acción transcurre abajo hay presencias, sueños, escenas de soledad. He procurado crear una atmósfera poética para suavizar la barbarie que estamos viendo».

Aunque, ante todo, asegura Vera, «es una obra de actores». Y sabe que «no la habría hecho sin Amparo». Llevaba años tratando de que volviera, llamándola para ofrecerle papeles, cuenta Vera. No quiso hacer «Divinas palabras» – «ella, muy lista, dijo: a mí no me coges entre el barro, los carretones y la lluvia», cuenta con humor–, pero cuando supo que haría «Agosto», pensó enseguida en Baró: «No vi a nadie más para el papel. Le dije: Amparo, te llamo para que me digas que no. Pero esta vez ella me dijo: bueno, mándame el texto». Y al día siguiente le dio el sí. Es la primera vez que colaboran, aunque se conocían de los tiempos en que Vera era ayudante de escenografía con Sigfrido Burman y Vitín Cortezo, aquellos días de los «Estudio 1» que reunían prácticamente todo el talento escénico de España.

Un gran reparto
«No sólo me dijo que sí, sino que se convirtió en algo que tiene que ser un cabeza de cartel: alguien que tire del resto. Ella y Carmen lo hacen». Se refiere a Carmen Machi, que encarna a la hija en la ficción de Baró, Barbara Fordham, la otra gran protagonista de la función. «Admiro profundamente a Carmen Machi, tuve la suerte de trabajar con ella en televisión», afirma Baró. Y señala la actriz que Violet es «una pobre mujer dura, drogadicta, dependiente de pastillas», y, sobre la obra, que «es ese teatro anglosajón que tanto recuerda muy bien a Miller y O'Neill. Una obra que es verdad con magníficos personajes». Para dar vida a los Weston, el montaje ha reunido a un reparto envidiable: además de Baró y Machi, actúan Alicia Borrachero y Clara Sanchis, que encarnan a las otras dos hijas de Violet, Sonsoles Benedicto como la tía Mattie Fae Akien, Clara Sanchis, Marina Seresesky, Gabriel Garbisu, Abel Vitón, Markos Marín, Antonio Gil, Chema Ruiz y Miguel Palenzuela. Y Baró guarda una mención especial para una interprete que destaca por us breve pero intensa trayectoria y por tener una familia que es pura historia del teatro español: Irene Escolar. «Es una actriz muy joven con un gran talento. Yo hice la última obra de teatro que representó su abuela, Irene Gutiérrez Caba, junto a su hermana, Julia». Habla de «Siempre en otoño». «Eso me llena de emoción y pienso en el teatro de la palabra, más que en el teatro del espectáculo», explica Baró.

Casi cuatro horas
Una historia de una saga como la de los Weston parece exigir –más si se tiene en cuenta que transcurre en tiempo real– un montaje desmesurado. Y no lo niega Gerardo Vera: «El montaje está casi en tres horas y media. Con descanso llegará a un poco menos de cuatro». Nada de que preocuparse si el director logra transmitir lo que la obra le produce: «Me quedo sin respiración viéndola. Es un lujo, un regalo que me ha hecho el CDN para marcharme».


Un proyecto institucional
Gerardo Vera hace balance de sus ocho años en el CDN: «Ha sido extraordinario para mí, una aventura personal irrepetible. Estoy agradecidísimo a Carmen Calvo, que me nombró, y al Ministerio, que ha me dejado trabajar con libertad». Sale siendo «más gestor» que al entrar, cuenta, y sabe que «me dejo muchas cosas sin hacer, como no haber podido solucionar el tema de las giras». Pero asegura que ha «hecho el teatro que mi tiempo requería» y «he abierto el centro a directores y actores». Y asegura: «Mi proyecto está acabado. No me da pena irme porque tengo cuarenta cosas para hacer. No vivo en el pasado sino en el futuro. No tengo ya ganas de programar sino de hacer mis espectáculos». Lo hará en un nuevo proyecto, «un espacio físico de creación» del que da pocas pistas, salvo que será «institucional».


Criada en los escenarios
«Gerardo Vera me mandó el ejemplar de "Agosto"y tardé no un día, sino unas horas en contestarle. No es que quisiera hacerlo, es que lo necesitaba», cuenta Amparo Baró, que llevaba doce años alejada de la escena. «Después de tantos tiempo, el teatro, Gerardo vera y el CDN me hacen un regalo», asegura. Del paréntesis tiene la culpa lo «liada» que estaba con el cine y la televisión (la recordarán en series como «7 vidas» y «El internado»). Eso, y que «no quería hacer dos cosas al mismo tiempo, eso ya lo hice de joven, pero no ahora a mis años». O sea, sus 74 años de mucho teatro, en los que ha trabajado con Marsillach, José Luis Alonso... «No me siento nada insegura en un escenario. Eso no quita para que el miedo sea casi procaz, terrorífico. Pero eso es lo que ocurre en un estreno. Si no lo tuviera, estaría loca».


- Dónde: teatro Valle-Inclán. Madrid.
- Cuándo: desde el 7 de diciembre de 2011 al 19 de febrero de 2012.
- Cúanto: de 15 a 18 euros.