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Un autobús para un techo
Una «ruta para indigentes» de la EMT traslada cada día a decenas de «sin techo» a albergues. Este año el servicio va lleno porque por primera vez los «sin hogar» pueden viajar con sus mascotas
MADRID- Con la llegada del invierno, las bajas temperaturas se convierten en protagonistas de la vida de todos los madrileños, especialmente para aquellos que no tienen un lugar donde refugiarse del frío. En Madrid hay alrededor de 600 personas que no tienen dónde ir y se ven obligados a dormir en la calle. Se trata de personas a las que la falta de salud, vivienda, trabajo y relaciones sociales les termina llevando a las situaciones más extremas.
El pasado 25 de noviembre se inició la «Campaña del frío», como parte del programa municipal de atención a las personas sin hogar. Dentro de este plan, el Ayuntamiento cuenta con un servicio de autobús para llevar a los sin techo desde el centro hasta un nuevo equipamiento que se ha puesto en marcha para sustituir el de la Casa de Campo. Se trata del Centro Puerta Abierta, un albergue alejado del centro, ubicado al lado de la M-40 en la carretera Barrio de la Fortuna, en el distrito de Latina, cuyo acceso para quien quiera acudir no es sencillo.
Con sus mascotas
El autobús gratuito sale todos los días a las 19:30 horas y a las 20:30 horas. El punto de encuentro está en la Cuesta de San Vicente (en Príncipe Pío). Una ubicación los suficientemente céntrica que facilita la comunicación a los asistentes a la cita. Al día siguiente, por la mañana, el autobús vuelve al mismo sitio. Hasta ahora, muchos de los usuarios potenciales de este servicio renunciaban a la «ruta de los albergues» porque no les estaba permitido subir al autobús con sus mascotas y este año, como novedad se ha permitido que los «mejores amigos» de los «sin techo» también puedan subir con ellos en el autobús. Ha sido un éxito.
Sin embargo, la ayuda a este colectivo no se limita en su transporte a los centros. Es fundamental el trabajo realizado por los sanitarios del Samur Social. Este servicio, creado en 2004, se encarga de atender a los indigentes y todo tipo de emergencias sociales. Hasta doce equipos de calle y ocho unidades móviles forman parte de este operativo. Un total de 150 profesionales (trabajadores sociales, ayudantes y conductores) trabajan los 365 días del año durante las 24 horas.
Se acercan a las personas que viven en la calle, les escuchan y valoran su situación. «Suelen rechazar los recursos. Por este motivo, nuestro trabajo es de convencimiento para que acepten las ayudas que pueden recibir», explica el Jefe del Departamento del Samur Social, Darío Pérez. «Recibimos las llamadas de ciudadanos que nos alertan de la situación y mandamos un equipo de calle o una unidad móvil al lugar en el que se encuentra un a persona que no tiene donde alojarse. El equipo de calle también puede detectar a un "sin techo"y acudir de manera inmediata a socorrerle. La idea es sacar los servicios sociales a la calle y acercarlos a los necesitados», señala Pérez.
El perfil de las personas que atienden es muy variado. Con el paso del tiempo y la llegada de la crisis ha cambiado considerablemente. «Hoy la realidad es múltiple. Te puedes encontrar desde un joven de 20 años sin familia y sin hogar, hasta un anciano de avanzada edad que apenas tiene para comer y, lo poco que tiene, lo gasta en beber alcohol», asegura Eva, una trabajadora del Samur Social. Se calcula que un 20 por ciento de las personas que viven en la calle son mujeres y un 80 por ciento hombres. Los nuevos sin hogar son los extranjeros.
Las consecuencias de la crisis
La mala situación económica genera más precariedad. Consecuencia directa de esto es el aumento del número de personas en riesgo de exclusión social. «No se ha incrementado excesivamente pero sí se nota, como en todos lados, la llegada de la crisis. Los extranjeros que llegan a nuestro país de forma ilegal no tienen nada en lo que agarrarse y terminan en la calle. Aún así, tenemos capacidad de respuesta», afirma el responsable del Samur. Dori, una mujer de 57 años que apenas gana 5 euros diarios pidiendo le da la razón. «Llevo más de cinco años en la calle. Pero me gustaría tener una vivienda, claro», se lamenta.
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