Cataluña
El momento en el que se plantea el órdago
Difícil resulta abordar las distintas razones en las que pretende sustentarse el separatismo catalán sin encuadrarlo en la actualidad en el que surge con mayor fuerza. Sería erróneo desconocer que los deseos de secesión en Cataluña no han existido, en mayor o menor medida, según el momento histórico y que además alimentándolos de forma continuada durante los últimos 30 años se encontraban ahí, como hibernados, esperando el momento para ser utilizados.
Como ya tuve ocasión de señalar en esta tribuna, la mayor responsabilidad de no haberlos apaciguado y de haber permitido su expansión es fundamentalmente de España, que no fue, o no quiso, ser consciente de las consecuencias que implicaba ceder a las autonomías la competencia sobre la asignatura de Historia y «vender» Cataluña a CiU a cambio de los apoyos en el Congreso, cercenando al propio PP en Cataluña y su crecimiento como un verdadero partido del Principado que pudiera identificarse con aquellos catalanes que quieren una moderada y adecuada defensa de sus intereses frente al Estado.
No por oportunista, el momento elegido por CiU debería haberse anticipado. A pesar de que se comprenda el agobio de la situación, algo más se podría y debería haber hecho desde la cómoda mayoría obtenida por el PP en las últimas elecciones. Siquiera hubiera sido tirar el «balón» hacia delante anticipando, con iniciativa, la que se venía encima. Ha sido un grave error no adelantarse a la lógica de CiU. Bastaba con haber reparado en las cuentas de Cataluña, en los apuros del Govern y en la correlación de fuerzas del Parlament.
Quiebra de la Generalitat –43 mil millones de deuda–, que aunque generada en cuanto a 3/4 partes por el llamado tripartito, resulta una herencia envenenada. Falta de mayoría absoluta por parte de CiU en el Parlament. Necesidad, salvo elecciones anticipadas, bien de los votos del PPC, bien de los votos de ERC, del PSC o ICV para continuar calentando la silla del poder. Y por último, momento extremadamente delicado para España, tanto en el orden interno como internacional, derivado de la coyuntura económica.
Para acabar la legislatura, el President tenía que pactar y acometer el «vía crucis» de gobernar sin recursos y solicitando continuamente dinero a Madrid. La responsabilidad de la situación nunca podría ser de CiU; tampoco del tripartito, entre otras cosas, porque sería como reconocer que Cataluña no ha sabido gobernarse. Además existe una bolsa de voto nacionalista a la que también aspira CiU y que por definición es transversal a izquierda y derecha (salvo el voto fiel al PPC). La responsabilidad, en esta lógica de CiU, es exclusivamente, de España y del expolio fiscal al que nos somete. Huida hacia adelante y a ver qué pasa. Si no nos dan el dinero que se necesita ahora, más razón para la secesión. Si España facilita los recursos, pues que sea sin condiciones, ya que son nuestros y no hacen más que devolver una parte.
Por otra lado, entregarse de forma permanente a los brazos del PPC llevaría a descafeinar el vacuo mensaje del nacionalismo. Sin el nacionalismo, en mayor o menor grado independentista, CiU carece de razón de ser. Hay que evitar pues, en su lógica, una sangría de votos. Lo peor es que habían avisado. Con ocasión de la aprobación del Estatut en 2007, ya dijo el ínclito Sr. Mas que ese cuerpo legal no sería para siempre (el TC sólo anuló aspectos no económicos del Estatut, como el referido a la unidad de la Justicia). Sus declaraciones a la televisión catalana en 2010 no dejaban lugar a dudas: CiU aspiraba a cohesionar los votos independentistas, los votos no independentistas, pero que pudieran llegar a serlo, y los votos de los catalanistas no independentistas. Se veía venir por parte de quien nunca ha hecho profesión de lealtad al Estado.
Ahora sale más a cuenta rascar en la gran bolsa de votos de radicales de ERC o del PSC desencantados con sus líderes, poniéndose al frente de la manifestación ya que, además, las recetas económicas que saben deben aplicar por fuerza les situarían como fácil blanco para la oposición como partido de derechas sin sensibilidad social con el alto coste electoral que han descontado asumirían. Pues nada, como están fastidiados de cualquier manera, pues a lanzarse al monte. No sólo se evita la fuga de votos, sino que se ganan.
Ésa es sin duda su visión, y a eso obedecen sus actuaciones. Y es una lástima. El Govern, con el president Más a la cabeza, está perfectamente preparado para la gestión pública y más en estos momentos, pero esta actitud les deslegitima como verdaderos políticos y la Historia no les perdonara según qué previsibles desenlaces. Empiezan a ser conscientes de los riesgos hasta el punto que usan el eufemismo de la creación de elementos propios de un estado, para poder dar marcha atrás si es necesario y sin que se note. Con la boca chica reconocen, como imposible o en palabras del anterior president, muy difícil, obtener la independencia. Al final, salvo que se actúe bien y rápido desde el resto de España y desde Europa, nada bueno puede salir, ya que la secesión resultaría inasumible económica y jurídicamente y, tanto si se alcanza como si no, la fractura entre Cataluña y el resto de España está garantizada y hasta la próxima, a comenzar de nuevo, si es que se puede, a restañar heridas. Para muestra un botón: estaba en Madrid a la finalización de una clase el día del famoso órdago y tomando el café con los alumnos, simplemente pregunté si se sabía algo de la reunión entre Rajoy y Mas. El silencio se podía cortar. Obviamente sabían que era catalán –como digo ejerzo con orgullo de ello–, y ante la reacción a mí pregunta y para romper el hielo, añadí :«No vayáis a coger ahora manía a los catalanes», comentario desafortunado, porque el silencio se hizo más tenso; opté por cambiar de tema. Nunca nada así me había sucedido. España, no confundas a CiU y a ERC con Cataluña. No cometas ese nuevo error. Entiende y ampara a Cataluña aunque rechaces lo que digan sus portavoces. Lo que la Historia no perdonará es que no hayan esperado a superar la situación de desastre económico, y se pueda estar desaprovechando una oportunidad única para superar este, ya sin sentido, vociferio independentista. Claro que si la economía va bien no hay excusa para proponer la ruptura. Al final lo único que se logra es ahondar más en las heridas y desde el chantaje, o desde un inconsciente órdago, cerrar en mucho tiempo, a cal y canto, las puertas de Madrid. ¿O es que desde un equivocado planteamiento de teoría de juegos se puede pensar que un Estado moderno en pleno siglo XXI en Europa y en esta situación puede ceder al pulso tal como se ha planteado? ¿Y si no cede? ¡Dios Santo qué pesadilla!
Pero vamos a ver si de dinero se trata, ¿en qué cabeza cabe pedirlo, con o sin derecho, diciendo que mañana pediré más? ¿Es lógico –incluso desde el victimismo creado sobre agravios que han podido existir como en cualquier otra parte– pedir al Estado que invierta en un territorio que te va diciendo por activa y por pasiva que aspira a ser independiente? ¿Resulta lógico acudir a Madrid diciendo que se solicita un pacto fiscal y que si no, vamos a la independencia? ¿Pero vamos a ver qué pacto fiscal se va a establecer que contente de una vez por todas a CiU, que tiene en su permanente camino a la independencia su razón de ser? ¿Renunciaría CiU a la independencia si obtiene el pacto fiscal? No, no. A CiU no le interesa el pacto. La razón de ser de su existencia es la de parásito de una enfermedad que nunca se cure. ¿No sería más efectivo reclamar desde una lealtad institucional permanente? ¿No sería más creíble reclamar desde el respeto a los contratos –Constitución y Estatut– y desde el acatamiento de sentencias que no gusten?
¿Pero cómo se puede generar confianza así? ¿Es que los catalanes no somos conscientes de la dinámica que generan los señores de CiU? La verdad es que es muy simple. Al final se provoca mantener la caja más cerrada de lo que a lo mejor se debiera. Le ha faltado a Cataluña manifestar y ejercer verdadera lealtad. Desde CiU se aprovecha esta espiral para decir ante el más mínimo agravio: lo veis, no nos quieren. ¿Cómo nos vamos a integrar? La verdad es que hasta cierto punto comprendo que el resto de España no haya sabido reaccionar. Durante años se ha jugado con un lenguaje equívoco, que no ha propiciado confianza. Más se podría haber obtenido desde la normalidad. Desde la moderación y el «seny» catalán, que a pesar del tópico parece que lo hemos perdido. Unió, interesada aliada de Convergencia –con Duran a la cabeza– debe actuar más pronto que tarde. Tiene una alta responsabilidad y debe posicionarse. Nunca tendrá una oportunidad mejor; cientos de miles de catalanes le seguirían. Y si así no se actúa ¿no será también porque la dinámica generada resulta una inmejorable protección para determinadas investigaciones en marcha?
En todo caso y a los que, con desprecio, se nos califica como españolistas debemos, con la ayuda del resto de España y rogándole que no se equivoque, reaccionar desde el conocimiento de la verdad y no sólo desde un sentimiento no razonado. Tenemos que ser didácticos y convencer sin imponer. Sin ello la demagogia y la manipulación seguirán campando por sus respetos. La juventud catalana, adoctrinada en una versión muy particular e interesada de la historia, tiene que hacer el esfuerzo de contrastar lo que desde el sectarismo se ha impuesto y habrá que saber cómo se conforma el déficit fiscal, y qué es el manoseado derecho de autodeterminación. Reflexionaré sobre ello en próximos artículos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar