Crítica de libros

El masajista y Rajoy

La Razón
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Camba cuenta la historia de una señora a la que el médico le recomienda darse masajes para perder peso. Al cabo de unas sesiones desiste porque más que dejarse algún gramo en el camino, engorda. El masajista es el que ha acabado por afilar su figura hasta convertir el mentón en la punta de un estilete. La recomendación del doctor era acertada, no así la persona. Este juego de óptica reversible, de balancín escolar, se repite en la simplificación de nuestra política, concentrada en las cabezas de Zapatero y Rajoy. Y tal simplificación defiende que el ejercicio del poder liquida «per se» y la oposición aguarda en un triclinio la segura llegada de la victoria. Pero el zapaterismo, ese parcheo de goma de mascar, no ha acudido al masajista erróneamente recomendado. Más bien ha ido engarzando una contradicción con otra hasta convertirse en, ya que estamos con la cosmética, aquella vieja dama que renuncia a mirarse en el espejo por no acordarse de su pasado. Los defensores del presidente simpre han halagado su andar en ziz-zag, que visto con la perspectiva del tiempo, desde arriba, era una forma de reptar, un caminar ofidio. La guerra de Libia lo ha devuelto al punto en el que se separó del PP para alcanzar la Moncloa y en ese mismo punto es donde lo ha esperado Rajoy, recordándole que no es un tipo de fiar. Al jefe de la oposición es al que el tiempo, como al masajista de Camba, ha acabado por afilar. ZP ha resultado ser como los franciscanos de Rossellini que daban vueltas como peonzas y elegían el camino a seguir según hacia donde caía su cabeza.