Ceuta
Regreso a Villar del Río
Guadalix de la Sierra, el pueblo donde se filmó «Bienvenido, Mister Marshall», despidió ayer al cineasta 58 años después del rodaje
MADRID- Un impersonal cartel de bienvenida a la entrada del pueblo ya avisa. Guadalix de la Sierra está de luto. Uno no se siente muy americano caminando un día nublado por un pueblo medio vacío. Hace frío para salir a la calle. Cincuenta y ocho han pasado de aquel año en que se grabó cómo un pueblo entero salía a dar un caluroso recibimiento al visitante salvador. Todos los vecinos de un pueblo, entre pancartas de «Bienvenidos. Welcome. Hola», flores lanzadas por las niñas desde los balcones y trompetas arropadas por la voz de Lolita Sevilla: «... Traerán divisas pa quien toree mejor corría, y medias y camisas pa las mocitas más presumías». Detrás de la sátira «Bienvenido, Mister Marshall» –representa los años en que el gobierno de Estados Unidos pone en marcha un plan de ayudas para reconstruir la Europa occidental de posguerra, de las que España queda al margen a pesar del aperturismo franquista hacia los países extranjeros– hubo un «Bienvenido, Mister Berlanga». Hasta los labradores abandonaron, durante un mes entero de octubre, la recogida de patatas para figurar en la película del director. Y para recibir sus ocho pesetas por día. Se ganaba más. Los demás figurantes, 20. Y si se era mayor y se hablaba, 35.
Sólo que Berlanga no pasaba de largo. Se implicaba con la gente. «Recto», es el primer calificativo al que recurren tanto María como Napoleón –por separado– para definirlo. Él sí está en la calle. De vez en cuando sale de su bar, La taberna taurina andaluza, y camina por la plaza, de un lado a otro. Allí nació. Y allí fue famoso. Es el mítico niño que se introduce el dedo índice en la nariz. Los calendarios publicitarios de su bar incluyen la imagen, y otra la ilustración de la carátula.
Los toros, en la cocina
«No pase, ganado bravo», advierte una placa. Indicación que podrían haber puesto durante el rodaje de la película. Cuenta Napoelón (Jesús Duarte) que las yuntas entraban hasta el patio de las casas y una noche los músicos se emborracharon y metieron a los toros en la cocina. «Al día siguiente no se pudo rodar porque tenían colitis, y Berlanga se enfadó mucho», recuerda con una sonrisa pícara. Por esa actitud fue el elegido. Era el más malo de entre sus compañeros de escuela y el director valenciano no dudó en apostar por él. «Cuando pasaba cerca de mí me tiraba del pelo para hacerme rabiar. Cariñosamente, claro», comenta. «Yo tenía 11 años, y ahora 69. Fue maravilloso. Hacía mucha falta el dinero». Mientras, suena una canción tipo flamenca de fondo: «No me gusta lo que veo, España está muy mal, la gente quiere trabajo y vivir en paz, la crisis...». Napoleón continúa, ajeno. Alza el dedo para dar peso a su comentario. «No dudes de que fue una absoluta inyección económica. Mis padres también participaron, y con una parte de lo que ganamos me regalaron unos zapatos nuevos».
Después de cada jornada de rodaje, todo el equipo volvía a su casa de Madrid. «Entonces venía lo divertido». Vuelve esa expresión que le dio fama. «Berenguer (director de fotografía) y Berlanga se llevaban fatal. Pero yo creo que es porque los dos querían que Lolita Sevilla fuera de regreso en su coche». Napoleón se acerca a la foto que tiene colgada en la pared, con Berlanga. Su bravuconería se torna nostálgica. «Fue muy emocionante para mí cuando vino hace cincuenta años por el homenaje que le hicimos. Me dijo, tú eres el del dedo en la nariz», se acaricia la barbilla. A María Revilla, de 77 años, el rodaje le trajo el amor. Allí conoció a un joven que hacía la mili en Ceuta. El que fue su marido. «Yo era muy joven y estaba de buen ver», afirma. Actualmente colabora con la parroquia del pueblo. «Don José Luis Berlanga era muy guapote, con la cara ancha. Tenía muy buen temple». Ella cantó detrás de Lolita Sevilla en una secuencia. «Venga, venga, que todavía nos queda», recuerda que la animaba el director. «Podíamos repetir una escena mil veces».
Más de treinta veces
María rejuvenece a la niña de 18 años cuando explica cómo todo el pueblo participó, de una manera u otra. «Las señoras que no figuraban en la película se sentaban en los bancos a hacer punto. Y todos los días había que ir a ver al listero, que apuntaba los nombres de todos para luego pagarnos». María, al igual de Napoleón, ha visto la película más de treinta veces. «Antes éramos un pueblo más. Vamos a ponerle una calle y a adoptarlo», afirma el alcalde, Ángel Luis García. «Más de una vez he utilizado el comienzo del discurso del alcalde en el balcón», dice.
Nadie olvida. Fue un antes y un después. Su recuerdo siempre será bienvenido en Guadalix.
EL NIÑO DEL DEDO EN LA NARIZ Y LA JOVEN QUE CANTÓ CON LOLITA SEVILLA
María Revilla y Jesús Duarte, en la fotografía sosteniendo el retrato de José Luis García Berlanga, participaron de niños como figurantes en «Bienvenido Mr. Marshall». Son de los pocos que siguen vivos cincuenta años después de que se rodara esta obra maestra del cine español, que el director escribió en colaboración con Juan Antonio Bardem y el dramaturgo Miguel Mihura, y que ganó el «Premio al buen humor» en el Festival de Cannes. «Para nosotros este filme significa mucho, el balcón del Ayuntamiento lo conservamos intacto desde entonces», asegura Ángel Luis García, alcalde de Guadalix. «En la entrada hemos colocado una escultura con las pancartas de «Welcome». La gente se piensa que lo hemos escrito mal», se lamenta. El lunes el pueblo guardará un minuto de silencio y le rendirá tres días de luto al director.
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