Actualidad

Otra manera de hacer política

Don Manuel Fraga Iribarne ha sido el único político que se subió al coche oficial de la política española en 1951, al ser nombrado secretario general del Instituto de Cultura Hispánica, y lo mantuvo en marcha a lo largo de casi cincuenta años de servicio público.

Otra manera de hacer política
Otra manera de hacer políticalarazon

Nunca un político español ha engarzado tantos cargos sucesivos en la vida política española como don Manuel Fraga. Primero en la esfera de la educación, después en el Ministerio de Información y Turismo y más tarde, tras pasar por la diplomacia, en la fundación, junto a los «Siete Magníficos», de Reforma Democrática y Alianza Popular; culminando su carrera como presidente de la Xunta de Galicia.

De estas seis décadas, la más sorprendente fue sin duda la época del desarrollismo que iniciaron los llamados «tecnócratas», capitaneados por el opusdeísta Laureano López Rodó, que volvió del revés el régimen poniendo en marcha un ambicioso Plan de Desarrollo. López Rodó pensaba que «la política era el arte de resolver un problema sin crear otros mayores».
Su estrellato comienza con la promulgación de la Ley de Prensa e Imprenta, que eliminaba la censura previa. Fruto de ella fue la revista «Triunfo», mascarón de proa del Partido Comunista. El diario «Madrid», crítico con el régimen y uno de los vehículos de la oposición para reclamar la apertura democrática. Y «Cuadernos para el Diálogo», del ala democristiana. Todos ellos referentes de la cultura progresista nacidos con la apertura de Fraga.

Lo mismo podría decirse de la importancia que tuvo en aquellos años la Escuela Oficial de Cine en el auge del Nuevo Cine español, flanqueado por dos revistas de crítica cinematográfica opuestas ideológicamente: la izquierdista «Nuestro Cine», defensora de la «Nouvelle Vague», y «Film ideal», conservadora, democristiana y defensora del cine norteamericano. Guerra cultural que se parecía a la de «Cahiers du Cinéma» contra «Possitif» en Francia.

Dentro de sus competencias del ministerio, incluía la dirección de la recién inaugurada Televisión Española. Fraga Iribarne fue el primero en comprender que la televisión era un potente medio de comunicación de masas y, como ministro de Información, era competencia suya convertirla en un servicio público, dinamizar la programación con contenidos atractivos para el gran público y liberalizar, dentro de un orden, este poderoso electrodoméstico publicitario y propagandístico.

Telediarios, musicales, programas dramáticos y series norteamericanas comenzaron a emitirse desde entonces, multiplicándose la inserción de anuncios comerciales. La naciente industria de los «filmlets» y «spots» publicitarios, creados a mediados de los años 50 por Movierecord y Estudios Moro, se emitían en televisión en los intermedios de los partidos de futbol y en los programas de variedades como «Gran Parada» y «Amigos del Lunes».

La impronta de Fraga está detrás del auge de le televisión, que tiene su despegue a partir de 1962, año de su llegada al ministerio, con la emisión de series norteamericanas como «Embrujada», «Los intocables», «El fugitivo» y «Bonanza», que dispararon la venta de televisores comprados a plazos. De la creación de un segundo canal, el UHF, en 1965, de los Teleclubs en los pueblos y de las televisiones regionales. Y de su propia promoción personal.
Aunque parezca un contrasentido, Manuel Fraga fue un «modernizador autoritario». El Decreto Ley era su mejor arma, lo cual entonaba perfectamente con las necesidades del régimen de sanear económicamente España, modernizarla y crear una clase media en un tiempo récord sin consultar a los ciudadanos ni preocuparse por las consecuencias de la liberalización de las costumbres y el cambio de mentalidad que acabó operándose en los españoles.

Diálogo con la oposición
De forma similar actuó tras la muerte de Franco. A Manuel Fraga le encargaron poner en marcha la reforma democrática, que se inició con los diálogos con la oposición, el paso de la dictadura a la democracia mediante la famosa frase de Torcuato Fernández Miranda «de la Ley a la Ley a través de la Ley» y la redacción de la Constitución que ponía punto final a las primeras reformas que se iniciaron justamente a comienzos de los años 60, con su llegada al Ministerio de Información y Turismo. Para ser un «autoritario», el balance modernizador y su participación en la transformación de la dictadura en una democracia no ha sido nada desdeñable.