Gerona

Olot: El siniestro amigo de los ancianos

«¿Conoce a Joan Vila?» «No», respondió tajantemente, aunque las facciones de su cara al oír la pregunta de la periodista decían lo contrario. Los vecinos de Castellfollit de la Roca que vieron crecer al Monstruo de Olot, asesino confeso de once octogenarios, no dan crédito a las informaciones que poco a poco van dibujando un perfil de Vila inimaginable hasta ahora por lo macabro de todo lo sucedido.

Joan Vila entró a trabajar en la residencia de ancianos La Caritat de Olot en 2005, en la imagen, como celador durante los fines de semana y los festivos y allí perpretó sus crímenes
Joan Vila entró a trabajar en la residencia de ancianos La Caritat de Olot en 2005, en la imagen, como celador durante los fines de semana y los festivos y allí perpretó sus crímeneslarazon

¿Quién podía imaginar que ese chico, hijo único, reservado y «buena persona», mataría a once personas? Los habitantes no saben y no contestan, rehúyen hacer cualquier tipo de comentario sobre el celador o aseguran que era amable.

«Alguna vez salí de caza con su padre, Ramón», explica uno de los vecinos del casco antiguo de este pueblo, que, con poco más de 1.000 habitantes, ocupa un kilómetro cuadrado asentado sobre un pared basáltica. «Desde que se hicieron la casa justo a enfrente de la iglesia, viven aquí y se han dedicado al campo», añade. La vivienda unifamiliar, en la que seguía residiendo Vila junto a sus padres, según los vecinos, aparece cerrada a cal y cato.

Sólo el postigo de una ventana deja que entre la luz en el interior. La madre de Joan, Encarnación, responde a la llamada del interfono asomándose al balcón de la segunda planta. «¿Sois periodistas?», pregunta. Y se resguarda rápidamente ante la respuesta afirmativa. El desfile de informadores en busca de nuevos datos no ha cesado desde que Vila confesara haber dado muerte a tres ancianos internos de la residencia «La Caritat» de la localidad Olot. En su segunda declaración, el celador aumentaría la cifra hasta once personas y dudaría en haber asesinado a otro residente del asilo más.

Pacto de silencio
«Claro que lo conozco, desde que era pequeño, era una bellísima persona», dice una vecina, sorprendida por la pregunta. A la familia Vila se la aprecia en el pueblo, y aunque Castellfollit está «desconcertado» por todo lo ocurrido, los habitantes no dicen ni una palabra que pueda empeorar la situación de los padres del celador. «No encontrarás a nadie que te hable mal de Joan», asegura esta vecina mientras barre la entrada de su casa. «Lo que está pasando es increíble, no hemos vuelto a ver a los padres por el pueblo, pobrecitos... ¡Si incluso me peinó a mí!» añade deslizándose poco a poco hacia el interior de su vivienda. Las preguntas se han acabado.

Vila, a sus 25 años, llegó a montar su propia peluquería en Figueres, aunque fue estafado por su socia y fueron sus padres quienes tuvieron que arreglar el desaguisado. Después de trabajar en restauración decidió cursar estudios de auxiliar de enfermería en el Instituto de Estudios Secundarios Garrotxa de Olot para reenfocar su carrera profesional al servicio de los ancianos. Aunque su interés por la estética siguió vivo en su interior y llegó a solicitar información sobre el cuidado y preparación de los cadáveres, la tanatopraxia, según la investigación de los Mossos d'Esquadra.

A la residencia de ancianos «La Caritat» de Olot, donde perpetró los crímenes, llegó tras trabajar en otro geriátrico en Banyoles, «El Mirador de l'Estany». Desde 2005, Vila colaboraba como celador los fines de semana y los festivos, con personal del centro a la hora de asear a los internos, ayudarles a comer y acomodarlos en sus habitaciones. Su plan pasó desapercibido.

«Me ha asombrado mucho lo ocurrido porque no cuadra nada con la imagen que tenía de él», señala Jaume Caules, el director del centro «El Mirador de l'Estany». Asegura que Vila fue contratado tras presentar su curriculum y que era «correcto» con los ancianos. Al principio, explica Caules, los residentes estaban algo preocupados por que un hombre los aseara, los ayudara a vestirse, etc. No es habitual que un hombre quiera dedicarse a ello, este tipo de trabajo responde más a un perfil femenino, pero «cuidaba bien de ellos, era correcto en lo que hacía», y se ganó la confianza de los ancianos, que «reaccionaron bien a su presencia», y de la dirección del centro.

Aún seguiría trabajando
Vila ejerció allí como auxiliar de enfermería durante ocho meses en 2005 haciendo sustituciones. Antes había hecho prácticas en un psiquiátrico En ese tiempo, su actitud fue normal, «no hubo nada raro, nada, nada», asegura Caules. «Era reservado por lo que respecta a su familia» pero «se relacionaba bien con el resto de trabajadores y era correcto con los residentes», insiste. Quizás sí que fumaba bastante, pero «eso es un aspecto secundario», matiza el director de «El Mirador del Estany». Caules asegura que desconocía que el celador estaba en tratamiento psiquiátrico por depresión y ansiedad desde hacía años.

Tampoco lo supo la dirección de «La Caritat» al contratarlo. Según Caules «algo le debió pasar en la cabeza» después de trabajar en Banyoles porque «no nos explicamos» lo ocurrido.

Ahora dos psiquiatras deberán evaluar la salud mental de Vila y determinar si sufre algún tipo de patología que lo llevara a asesinar con sedantes, insulina y productos tóxicos a once personas. «Si hubiera pensando lo que estaba haciendo no lo hubiera hecho», aseguró, y añadió que «en muchas ocasiones me encontraba bajo los efectos de la medicación y la bebida y no pensaba muy bien lo que hacía». Para el abogado de las familias de las tres últimas víctimas, Jaume Dalmau, el Monstruo de Olot es «perfectamente imputable». Es decir, Vila sabía perfectamente lo que hacía. De hecho, los primeros resultados de las autopsias practicadas a ocho cuerpos exhumados desmontan la versión del celador de que actuó «por compasión». Cuatro de los cuerpos evidencian que los fallecidos ingirieron productos corrosivos y no sedantes como afirmó el asesino.

«Si no hubiera encontrado trabajo en Olot, seguiría trabajando aquí», afirma Caules. Tal era el engaño del Monstruo de Olot.