Londres
Y un jamón
Conocí en Londres a un profesor de español que, para enseñar la complicada pronunciación de la jota, hacía practicar a sus alumnos aquello de «Mohamed jamás jamó jamón de Jabugo». No quiero pensar lo que podría haber ocurrido si por aquella academia de Queen´s Road llega a parar la familia del alumno musulmán que ha denunciado por xenófobo al profesor que osó exaltar en su clase las bondades del clima granadino en la curación del pernil patrio. La noticia, aunque lo parezca, no es ninguna tontería: quien es capaz de acudir a una comisaría para intentar meter entre rejas a un pobre docente por semejante memez, puede acabar emitiendo una fatwa contra Bigas Luna o persiguiendo a Trinidad Jiménez por llevarle a Evo un hermosísimo ejemplar patanegra.
Desconozco si Guijuelo tiene mezquita propia como ocurre en cientos de pueblos en los que la religión de Alá se imparte con una libertad que ya quisieran nuestros misioneros en Paquistán, pero si es así, su imán le haría un gran favor al grueso de los seguidores de Mahoma si saliera a dar una colleja pública a quienes aspiran a imponer su totalitarismo de andar por casa disfrazándolo de ofensa. Tampoco sería ninguna locura que el juez de turno le impusiera a esta familia una multa sustanciosa por utilizar los mecanismos de la justicia –que pagamos entre todos– para semejantes desatinos. Seguro que si se les toca el bolsillo, que como todos sabemos, es el órgano más doloroso del cuerpo, se les quitaban las ganas de hacer el bobo. El asunto, de momento, suena a simple anécdota pero o se pone veto a los intolerantes, vengan de donde vengan, o corremos el peligro de que acaben comiéndonos por los pies como si fuésemos un bocata de Serrano del bueno.
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