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Manhattan

11-S: el día que cambió el mundo

Diez años después del ataque a las Torres Gemelas, EE UU, que mató a Ben Laden, ha asimilado el atentado, pero ya no es el ejemplo a seguir por los países emergentes. Al Qaida ha perdido fuerza tras la primavera árabe y se refugia en Pakistán. 

Los bomberos, héroes
Los bomberos, héroeslarazon

Oliver habla despacio. Le gusta la vida tranquila. Pero sus palabras se aceleran cuando recuerda cómo bajó desde el piso 68 hasta la calle, hace casi diez años, para salvar su vida. Tony Oliver, de 57 años, se acuerda como si fuera ayer de cada detalle de hace diez años.

El olvido es imposible tras una vivencia tan extrema. Oliver, que sobrevivió también al atentado de 1993, echa de menos a los amigos que perdió en el World Trade Center. Oliver creció en las Torres Gemelas, donde empezó a trabajar en 1972 en la oficina de correos. Las oportunidades le fueron llegando poco a poco hasta que ascendió a la división de Marketing y Media del departamento de Asuntos Públicos de la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey. «Aquel día llegué a la oficina a las 8:43 de la mañana. Y el impacto se produjo a las 8:45. Justo dos minutos después.

Mi torre (la 1) fue atacada primero, aunque cayó después que la otra. Pensé que había sido una explosión en el restaurante del piso 110. Pero el edificio se empezó a mover. Se desplazó 25 pulgadas (63,5 centímetros). Todo se caía. Y ahí supe que pasaba algo malo. No sabía qué. Todos los que estábamos allí decidimos bajar. Y de repente oímos otra explosión. Era el otro edificio. Nos quedamos atrapados en un piso, mientras intentábamos salir.

Estuvimos 15 minutos. Entonces, los bomberos aparecieron de la nada. Hicieron un agujero. Tuvimos que salir de dos en dos. Cuando llegamos a la calle, vi cosas tan terribles... Cuerpos sin vida. Destrucción. Salimos diez segundos antes de que el otro edificio se derrumbase. Tardamos en total 39 minutos».

Fue entonces cuando Oliver se puso a ayudar en las labores de rescate durante seis horas . Después se marchó a su casa, caminando. Tardó cinco horas. Oliver todavía habla con perplejidad de lo que ocurrió, aunque reconoce que ya empieza a entender todo lo que pasó.
Insiste en que prefiere vivir de forma tranquila y en que quiere aprovechar su vida en recuerdo de los amigos que perdió en los atentados. Oliver es un superviviente acreditado. También sobrevivió al ataque de 1993. Entonces, también tuvo mucha suerte: su oficina estaba a pocos metros del vehículo que saltó por los aires con los explosivos.

Aunque han pasado diez años, todos recuerdan qué hacían exactamente en el momento de los ataques a las Torres Gemelas. Empezaba la jornada. Hacía un día precioso en Nueva York, claro y sin apenas nubes. El maestro neoyorquino de la fotografía Joel Meyerowitz estaba en Cabo Cod, en Massachusetts, y supo que tenía que volver inmediatamente a su ciudad.

Sin pruebas
Le llevó cinco días. «Me acerqué a la zona. Entonces, iba a empezar una exposición en las inmediaciones. Cuando hice una fotografía, un oficial de Policía me recordó que no podía porque se consideraba una escena de un crimen y no se permitía tomar fotografías. Pero cuando me marchaba pensé que si no había fotografías significaría que no iban a quedar pruebas para documentar lo que ocurrió», recuerda el fotógrafo.

Consiguió el permiso para tomar imágenes de la Zona Cero y es el único fotógrafo que estuvo durante nueve meses recogiendo imágenes del lugar. Su trabajo, con más de 5.000 instantáneas, se ha convertido en el Archivo Fotográfico del 11-S, parte de la colección permanente del Museo de la Ciudad de Nueva York. Veintiocho de estas imágenes se expusieron en Nueva York y en otras cincuenta ciudades alrededor del mundo en la exposición itinerante «After September 11: Images from Ground Zero».

Desde hace unos días, expone las imágenes en la Universidad de Nueva York en la exhibición «Aftermath», sacadas del libro que edita Phaidon Press «Aftermath: World Trade Center Archive». Meyerowitz recuerda que «mientras luchaba por obtener el permiso para poder fotografiar la Zona Cero, me convertí en un activista. Fue mi deber como neoyorquino.

No podía permitir que hubiese este "apagón"en la historia, no tener fotografías de los sucedido». Fue el único fotógrafo que consiguió acceso sin restricciones. Su día a día se convirtió en tomar imágenes del doloroso trabajo de los equipos de rescate. Fue a la vez un viaje por la destrucción, por la perdida y heroica naturaleza del ser humano. El neoyorquino recuerda «a gente llorando, que había conseguido encontrar a quien buscaba. Tampoco olvidaré la imagen de los bomberos, de rodillas, buscando entre los escombros. Parecía que rezaban».

El fotógrafo recuerda que, cuando se cerró la Zona Cero, el primer día que no tuvo que ir a tomar imágenes tuvo cierto sentimiento de nostalgia. «Se me saltaron las lágrimas. Y muchas veces, llamé por teléfono a la gente con la que había estado durante aquellos meses», recuerda.

Ahora, una década después, sobre el comentario del escritor Norman Mailer de que Estados Unidos sólo estaría preparado para hablar de lo ocurrido diez años después, considera que «el país todavía está dividido. Hubo cierta reacción con la comunidad musulmana. Creo que la gente de la costa (por la este y la oeste) es más receptiva a hablar de lo que ocurrió. Yo estaba preparado para hacerlo desde el principio. Pero entonces teníamos un presidente ignorante», recuerda.

La vida sigue igual
En cambio, el profesor de Historia de la Universidad de Nueva York Jonathan Zimmerman considera que «Estados Unidos ha sido muy abierto y tolerante después de lo que ocurrió. Después del ataque a Pearl Harbor, se torturó a los japoneses americanos. Pero en este caso se ha respetado bastante». Aún así, echa de menos que no haya habido más análisis ni se haya profundizado en lo ocurrido más allá de rendir tributo a las víctimas. Mientras, admite que no ha habido un cambio real en la vida de los estadounidenses aparte de las incomodidades cuando se viaja (en referencia a la seguridad en los aeropuertos).

Zimmerman admite que sí se ha tratado la cuestión del 11 de septiembre en los libros de Historia de texto. «Pero de una manera muy pobre. Los libros de Historia no cuestionan nada. Y tenemos que recordar que somos una gran nación gracias al acceso que tienen los individuos a la libertad».

La española Carolina González, que lleva dieciocho años en Nueva York, presenció los ataques desde su oficina de un edificio de la zona centro de Nueva York. Desde allí siempre ha disfrutado de una de las mejores vistas del bajo Manhattan. Nunca sospechó que esa circunstancia le fuese a permitir presenciar la tragedia desde tan cerca. «Oí cómo el primer avión volaba muy bajo por el centro de Manhattan.

Y me asomé a la ventana y vi el aparato en dirección sur. Lo seguí durante los últimos segundos de su vuelo hasta que se estrelló contra la torre», explica la española. «Al principio pensé que era un accidente porque me pareció que el avión se dirigía al sur en Newark (Nueva Jersey). Pero a los quince minutos, vimos como otro avión se estrellaba contra la otra torre. Entonces, ni a mí ni a mis compañeros, nos quedó duda de que se trataba de un atentado. Lo primero que hice fue llamar a mis padres para tranquilizarlos. Sabía que se iban a enterar de lo sucedido y quería comunicarles que estaba bien. Después, desde el edificio vimos cómo el humo de las torres llenó el cielo. Pero no vimos a nadie saltar porque estábamos lo bastante lejos como para no ver ese terrible detalle», cuenta.

El hispanista Jonathan Brown estaba en su trabajo en la Universidad de Princeton. «Puse la TV y vi al segundo avión estrellarse contra la torre. No me lo creía. Al principio, pensé que era un accidente. Fue la imagen más terrible que he visto en mi vida». El mayor experto en Velázquez en Estados Unidos considera que estos ataques han transformado la historia del país.

A su juicio, «el miedo siempre está presente en nuestras vidas. Pero normalmente se mantiene bajo la superficie. Estos ataques lo sacaron a la luz haciendo mucho más sencillo manipular a la población. Ser testigo, por ejemplo, de las acciones y las declaraciones del presidente George W. Bush es un gran ejemplo de la política del miedo. Los estadounidenses han perdido su sentido de la seguridad y la confianza. Nos metimos en dos guerras en Oriente Medio que nos han empobrecido de forma financiera y moral», apunta con resignación el hispanista.

A juicio de Jonathan Brown, la ciudad experimenta una recuperación parcial. «Al trabajar en Nueva York, veo recordatorios del 11-S con frecuencia. El hecho de que el World Trade Center esté todavía inacabado ha sido un golpe para nuestra imagen como sociedad eficiente. El proceso de reconstrucción ha sido tomado por los inversores inmobiliarios y políticos corruptos», recuerda.

Precisamente, hace pocas semanas el departamento de Estado hizo un tour con periodistas extranjeros para enseñarles la marcha de la reconstrucción de la zona cero. Después de diez años de controversias, el presidente Obama será capaz hoy de inaugurar hoy el monumento y museo en memoria de las víctimas. El promotor Larry Silverstein empieza a sonreír después de años de duras batallas con el arquitecto del proyecto de reconstrucción y las aseguradoras.