Bruselas

Recuperar la solvencia europea

La Razón
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La crisis europea ha dejado de ser una crisis europea. Se ha transformado en algo que podría engullir a la economía global. Por su tamaño, porque involucra a economías y no sólo a entidades bancarias y porque se produce en un momento de enorme fragilidad, esta crisis es más peligrosa que la surgida a consecuencia del colapso de Lehman Brothers. El verdadero problema es Italia, no Grecia. Grecia es un estado en miniatura que representa el 2% del producto interior bruto de la Unión Europea. Italia es economía del G-7. La deuda de Italia es de 1.9 billones de euros, el 120% de su economía y mayor que la deuda de España, de Portugal, de Irlanda y de Grecia juntas. El bono país de Italia se cambia a cuatro enteros porcentuales por encima del de Alemania, cambio sin precedentes en la historia del Euro e insostenible. Italia es una economía demasiado grande para permitir su quiebra pero también podría ser demasiado grande para ser rescatada.

Algunos instan a la invención de «eurobonos», lo que sería una forma de que Alemania garantizara la deuda de Italia, de España, de Grecia y del resto de países en problemas. Sobre el papel, es una solución elegante. Pero nunca se hará realidad. Piense lo siguiente: la población y el gobierno alemanes se oponen numantinamente. El tribunal superior de Alemania dictaminó que probablemente es inconstitucional. En el momento en que se emitan tales títulos públicos, Italia, Grecia y el resto dejan de tener cualquier incentivo para llevar a cabo reformas diligentes; se pueden endeudar por todo el dinero que les haga falta a tipos de subvención alemana, ¿por qué atravesar entonces el aburrido trabajo de la reestructuración? Los alemanes son conscientes de esto. De igual forma, la idea de coordinar desde Bruselas la política fiscal y el gasto público parece buena sobre el papel pero nunca se hará realidad. Los ejecutivos nunca van a rendir atribuciones tan capitales como la política fiscal. Existe una oposición generalizada a ceder estas competencias a una burocracia europea, y los tribunales de muchos países probablemente dictaminen que supone una vulneración constitucional.

Hasta de poderse superar estos obstáculos, haría falta una década para decidir si una unión fiscal más cohesionada se produce realmente. Los mercados han de recibir garantías ya.
Hoy, 10 billones en reservas de divisa exterior están almacenados en todo el globo. Ese es el único montón de liquidez lo bastante sustancial desde el que poder apostar un lanzacohetes. El Fondo Monetario Internacional podría acudir a los principales titulares de esa clase de reservas (China, Japón, Brasil, Arabia Saudí) y solicitar una línea de crédito de 750.000 millones de dólares. Ha llegado el momento de que China adopte un concepto de sus intereses más amplio y se convierta en «accionista responsable» del sistema global. La crisis europea se transformará rápidamente en una crisis mundial, puede que en una segunda recesión global. Y sería peor porque los ejecutivos dejan de tener cualquier herramienta monetaria o fiscal. China perdería a lo grande en un escenario así porque sus consumidores de Europa y América dejarían de gastar.

Por supuesto, China tendría que obtener algo a cambio de su generosidad. Esto podría ser el estímulo para dar a China una presencia mucho mayor en el Fondo Monetario Internacional. De hecho, podría ser imprescindible dejar claro que Christine Lagarde va a ser la última responsable no asiática de la organización.

**The Washington Post