Argentina

Elena Valenciano

La Razón
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He cubierto varias campañas electorales principales, extenuantes, en España y América y nunca tuve oportunidad de intercambiar impresiones con el «Road Manager», el «Coach», el CEO, el jefe de pista, siempre yendo por delante del candidato con el que casi nunca coinciden y operando las más de las veces desde el centro de control a miles de kilómetros de distancia de la batahola, afinando cada cuerda del piano. Me he tomado la libertad de hacerle dulces objeciones a Elena Valenciano, jefa de campaña del candidato gubernamental, porque sobreactúa tanto como su pupilo y hasta le roba protagonismo y cámara, lo que descarta que el PSOE haya contratado para Rubalcaba a asesores de Obama que jamás actuarían tan desprolijamente. Dicen en Argentina que quién se ha quemado con leche cuando ve una vaca llora, y pesando su feminismo más que su rubalcabismo, se ha ido a Twitter, el lugar más contaminado de la Tierra, a confundir el culo con las témporas y la misoginia con la repostería. La mejor campaña que he contado fue la de Felipe González en el 82. Antes de subir al autobús cada mañana, Alfonso Guerra le había mandado tres asuntos del día, renovados tras comer y rematados para el telediario de la noche. No se atacó entonces ni al demonio que hubiera aparecido. Lo del doberman fue una mexicaneada muy posterior. Si no quiere hablar con Guerra, Valenciano podría pedir consejo a los hermanos Tezanos-Pinto que saben de estas cosas y no la fallarán. Todos los partidos encuentran gentes capaces de vender heladeras en el Ártico, pero el agitado equipo de Rubalcaba parece incapaz de colocar un saco de arroz en Somalia.Valenciano ha dilapidado la precampaña.