Ciclismo
Contador despierta el Tour
«Papá, dile a Alberto que no puede venir con nosotros, que no le vamos a esperar», rogaba Fran, que no quería estar aquella mañana de paseo en bicicleta con sus amigos ejerciendo de cuidador de su hermano.
Y entonces el pequeño y rebelde Alberto lo aprendió, subido a una bicicleta vieja, la que antes pasó por las piernas de Fran, que había sacado buenas notas y le compraron una nueva. Así que la arcaica se la tenía que quedar Alberto. Entonces lo aprendió. Impuesto a la fuerza. Era cuestión de desearlo con toda el alma puesta en ello. Querer para poder. Y Fran no tuvo ni que esperarle. A los pocos días, en el repecho de Frascuelo, con la bicicleta vieja, le dejaba tirado. A él y a sus amigotes. Ya tenía Alberto ese «algo» que es genético, que viene de serie con los campeones. Raza, coraje, instinto y orgullo. El del chaval que no permitía a Fran, hermano mayor, marcharse a dormir si no ganaba la última partida en la videoconsola. Hasta con los mandos tenía que ganar el chico.
Remontada histórica
Los caminos difíciles son los mejores. Contador los prefiere, ponen sus piernas a mil. Antes de decidirse por los pedales, jugaba a fútbol, hasta con escayola lo hacía. Doble satisfacción. La victoria así es más bella, como espera que sea este Tour, el que en sus ojos sólo describe una remontada que puede ser histórica. Él decide cuándo atacar, patrón. Se lo dicta su corazón. Apenas nueve kilómetros con un triste 5% de desnivel bastan para calentarle. La lluvia, una etapa cruel (100 kilómetros hasta que se formó la fuga de Pérez, Hushovd, después vencedor, Hesjedal y Boasson Hagen como ilustres) y una tachuela valen como grito de guerra en un trance que es el camino del Tour hacia la batalla alpina.
La raza y el orgullo bastan, a pesar de que «las sensaciones no eran las mejores», confesó. Pero Alberto desea ganar el Tour hasta lo más profundo de su ser. Y «querer es poder», ya lo dice él. Encendido, azotó a los favoritos con una refriega a la que Cancellara tuvo que acudir, bombero para apagar el fuego de sus jefes, los hermanos Schleck. Se les quemaba la casa a los luxemburgueses. Atiza Contador otra vez más. Fuego. A su implacable ira le siguieron el «show» remolcador de Voeckler para que llegaran Andy Schleck y Evans, para que Frank se fundiera. Contador seguía, vertical, alzado co-mo en las grandes tardes. Torero.
Andy, cansado, se sentó y acabó desistiendo. Imposible para el luxemburgués, que se quejaba del poco nivel de las rampas de Plateau de Beille para atacar. Y aún le quedaba el descenso. Evans, pundonor y fuerza, y Samuel, agarrado al manillar con uñas y dientes, soportaron el ritmo para enganchar a Contador. Para abajo. En esa cuesta de impresión en la que Beloki se desgarraba y Armstrong iba campo a través a por su quinto Tour, Evans distanció a Contador y Samuel. Trazaron casi juntos hasta Gap mientras Andy temblaba con miedo. 1:06 le costó su miedo. Menos, 18 segundos, a su hermano Frank y 51, a Basso. Sólo Evans ganó tres segundos a Contador. El gran rival, ahora que la bestia madrileña ha despertado.
«Si alguien puede remontar, ése es Alberto»
La alianza entre Contador y Samuel Sánchez es más que un hecho. El asturiano lo venía repitiendo en las etapas pirenaicas y en el Col de Manse se hizo realidad. De hecho, Alberto compartió con «Samu», y sólo con él, sus intenciones de moverse. «Durante la carrera me vino a hablar de la posibilidad de probar y le dije que si tenía fuerzas, íbamos para adelante. He colaborado en todo lo que he podido». Hasta donde las fuerzas dieron de sí para sacar una renta «fenomenal», califica. «Es formidable; si hay alguien capaz de darle vuelta a esto, ése es Alberto. Es formidable».
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