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Cómo valorar las pruebas

La Razón
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El viernes a las 18 horas se publicarán las segundas pruebas de resistencia del sistema financiero europeo, tras el intento fallido de julio del año pasado. Unas pruebas las de este año algo más complejas y sofisticadas que las que se realizaron el ejercicio pasado y con unos parámetros de deterioro económico más acusados. Hay que recordar que ya las autoridades americanas sometieron a un ejercicio parecido a sus bancos en mayo de 2009. La filosofía del ejercicio está bastante clara.

Una entidad financiera debe tener el capital suficiente para asegurar a sus clientes, acreedores y contrapartidas que, en caso de un fuerte deterioro del escenario económico, la entidad podrá seguir realizando sus funciones y afrontando sus obligaciones. En este sentido, el objetivo de los «stress-test» es valorar la capacidad de resistencia de las entidades a entornos de negocio muy adversos; escenarios con una probabilidad de suceso muy baja, inferior al 3%.

Este loable ejercicio de transparencia, que arrojará luz sobre la situación de las entidades financieras europeas en estos tiempos de tanta incertidumbre y tensión en los mercados, se verá algo enturbiado por la falta de un tratamiento homogéneo que perjudica al sistema financiero español. Las condiciones y parámetros impuestos a las entidades españolas han sido especialmente severos. Y lógicamente en un ejercicio en el que las reglas de juego no son iguales para todos, los resultados entre entidades de distintos países no son absolutamente comparables.

La dureza del ejercicio de estrés para las entidades españolas comienza ya con los escenarios macro que ha considerado la Autoridad Bancaria Europa (EBA). En el caso del escenario adverso, se considera una contracción del PIB de 1,0% en 2011, seguida de otro retroceso adicional del 1,1% en 2012, es decir una vuelta a una intensa recesión en una economía que apenas ha iniciado la recuperación de la recesión más intensa que ha sufrido en su historia. No obstante, la cuestión clave no reside tanto en los escenarios macro sino en la traslación de estos escenarios a las pérdidas esperadas en las carteras crediticias. Ha sido en este aspecto en el que las entidades españolas han sufrido una mayor discriminación y penalización. No se entiende que el escenario base, definido con una recuperación de la economía aunque sea moderada (avance del PIB del 0,7% en 2011), lleve aparejado un aumento adicional de las pérdidas esperadas en las carteras de los diferentes segmentos de negocio. Algo que no ocurre en otros países.

Un tercer agravio para las entidades españolas ha sido la exclusión de las «provisiones colectivas» (genéricas y subestándar), –las que se corresponden con las provisiones por insolvencias no asignadas de forma específica a exposiciones en situación de default–. Resulta que las antes alabadas provisiones españolas, ahora son ignoradas en la primera lectura, aunque es cierto que terminan apareciendo en el dato final como «factores mitigadores». La EBA no ha valorado suficientemente todo el proceso de supervisión prudencial realizado en el sector financiero español, y que tantas veces se ha puesto de ejemplo.

Pese a todo, tanto el importante esfuerzo de transparencia realizado por el sistema financiero español, como a los resultados, pese a la gran dureza de las hipótesis, pondrán de manifiesto una vez más la fortaleza de la mayoría de nuestras entidades.