Alumnos

Cuestión de privacidad

La Razón
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¿Qué le parecería si su jefe o jefa le preguntaran a media mañana si sabe dónde tiene el clítoris, si puede comentarle lo que siente después de masturbarse o si se ha leído el último número de una revista porno? Como poco, al jefe le cae una denuncia por acoso sexual, por humillación, por intromisión en su privacidad o por lo que le dé la gana al abogado de turno que redacte la demanda y se encargue del caso en cuestión.

Si una conversación semejante nos parece deleznable y fuera de lugar en un mundo de adultos, ¿por qué algunos nos lo quieren vender para los adolescentes como si fuera el «summun» de la intelectualidad y de la modernidad? Que no nos engañen. Una cosa es la educación sexual, necesaria en todos los colegios, y otra, muy distinta, es que un Gobierno, en este caso la Junta de Andalucía –que parece tener una especial querencia por las prácticas sexuales de sus alumnos porque no hay año que no saque una guía sexual– decida cómo debe instruirse la sexualidad de un joven, aunque sea en horas de tutoría y a través de sus profesores. Y si los ejercicios prácticos que proponen en pro de una salud sexual sana es que los alumnos vean revistas del corazón, ya saben, esas publicaciones repletas de envidiables y ejemplarizantes valores humanos, es para coger al profesor y devolverlo al jardín de infancia, o mejor, al juzgado de guardia por incitar a los adolescentes al aborregamiento colectivo. Hay parcelas personales y morales, en especial las concernientes a la afectividad y a los sentimientos, que deben concernir a los padres y al interesado, en este caso, los menores. Se ve que ese día los miembros de la Junta de Andalucía que llevan los temas de educación no fueron a clase.