Barcelona
Corredor Mediterráneo
Hoy la Unión Europea decidirá si el Corredor Mediterráneo es básico y prioritario para el conjunto de la Unión. Para España lo es. Para la UE, hasta ahora no. Por culpa nuestra –porque estábamos mareando la perdiz– y por culpa de los franceses que preferían proteger su puerto de Marsella, el mayor distribuidor comercial de la Europa del Sur. La Comisión presentará hoy su mapa de redes para el transporte ferroviario. Si el Corredor Mediterráneo queda incorporado se abre una puerta al futuro a una buena parte de España. Desde Algeciras hasta Barcelona, pasando por Valencia y Cartagena. Los cuatro puertos más importantes del Mediterráneo podrán colocar las mercancías que reciben directamente al centro de Europa con la conexión ferroviaria. Y no sólo eso, muchísimas empresas podrán exportar con más rapidez y con menores costes. En pocas palabras, el Corredor Mediterráneo nos pone en el mercado. Hoy, mañana y en el futuro.
El Corredor Mediterráneo ha aunado voluntades políticas de distinto signo y ha amasado complicidades entre el mundo empresarial de Valencia, Cataluña, Murcia o Andalucía. Ha ganado apoyos sin ir en contra de nadie aunque ahora la presidenta de Aragón se está rasgando las vestiduras. Luisa Fernanda Rudi ha levantado el hacha de guerra contra el Corredor Mediterráneo porque, dice, va en contra de la Travesía Central del Pirineo. Lo que calla la presidenta aragonesa es que el coste de la construcción de un túnel de 40 kilómetros es inasumible en tiempos de crisis. Hay que recordar que la UE paga entre el 10% y el 30%. El resto lo hemos de poner los españoles. Por eso, el Corredor Mediterráneo es factible. El otro, una pura utopía.
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