Nueva York
Obama sube los impuestos
En el discurso del estado de la Unión, que marca el inicio de su campaña, anuncia un paquete de reformas para beneficiar a las clases medias y reducir el déficit
El presidente Barack Obama recuperó ayer el protagonismo con el discurso sobre el estado de la Unión –cuarto si contamos el que dio en marzo de 2009, dos meses después de su toma de posesión–. Hasta ahora, la atención se ha centrado en la carrera por la candidatura republicana a la presidencia. Obama preparó una intervención ante el Congreso en la que reivindicó que se ha ganado a pulso ser reelegido en noviembre. Su alocución se produce en un momento de gran división de la Cámara de Representantes, con un amplio descontento en el país, en un año de elecciones y con la tasa de desempleo, 8,9%, aún muy elevada.
«No hay que olvidarlo: millones de estadounidenses que trabajan duro y respetan las reglas merecen un gobierno y un sistema financiero que hagan lo mismo», dijo Obama respecto a los principios de su política económica si resulta reelegido. «Es hora de aplicar las mismas reglas a los de arriba que a los de abajo: ni planes de rescate, ni dádivas, ni escapatorias. Un EE UU que vaya a durar insiste en que cada uno asuma sus responsabilidades», destacó.
«Podemos ir en dos direcciones. Una es hacia menores oportunidades y menos justicia. O podemos luchar para ir hacia donde pensamos que tenemos que ir: construir una economía que funcione para todo el mundo», explicó. Para el mandatario, mantener la promesa de oportunidades económicas para todos es «la cuestión clave de nuestra época»; de hecho, en sus palabras las oportunidades «no son valores democráticos o republicanos, sino estadounidenses».
Con el título del discurso, «Un Estados Unidos construido para que perdure», se centró sobre todo en la economía y para hilarlo se sirvió de una serie de propuestas: reforma de impuestos para que los ricos paguen más y acabar así con los recortes del presidente George W. Bush de 2001 y 2003; refinanciación de las deudas de los propietarios de viviendas; recortes de impuestos para los empresarios que traigan trabajo a EE UU; iniciativas educativas, y el establecimiento de la Regla Buffett, que impone una mínima tasa de impuestos a las personas que ganen más de un millón de dólares al año.
Uno de los grandes desafíos de la alocución fue cómo pedirles a los estadounidenses que cierren filas en torno a su presidente cuando el crecimiento de la economía es débil y muchos cuestionan la viabilidad del sueño americano. Por ello, Obama decidió con su equipo servirse de esta intervención para encuadrar su campaña electoral como una batalla por los estadounidenses, que luchan para mantener su trabajo, sus casas y guardar sus ahorros para la universidad.
Obama se presenta como defensor de la restauración de la economía igualitaria entre los votantes de la clase media. Entre sus argumentos se incluye de forma implícita que al otro lado de esta batalla se encuentran los dos favoritos de la campaña republicana, el ex portavoz de la Cámara de Representantes Newt Gingrich y el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney.
Como ha hecho en otras ocasiones, Obama también invita a los legisladores del Congreso a trabajar juntos. Pero en 2012, el líder demócrata deja claro que utilizará su poder ejecutivo en caso de que los suyos no se pongan de acuerdo con los republicanos, como ha ocurrido en los últimos años. Los conservadores se han opuesto a todas las propuestas de Obama, salvo las relativas a los presupuestos de Defensa de Irak y Afganistán.
SU POPULARIDAD, EN DECLIVE
La aprobación de Obama en su tercer año de presidencia baja del 47% conseguida en 2010 al 44,4% en 2011, según un sondeo de Gallup. Es la segunda peor valoración que obtiene un presidente norteamericano en los últimos 55 años, sólo por detrás de Jimmy Carter (37%). Esta y otras encuestas le muestran como un líder débil y con escaso apoyo entre la población. De los 68 presidentes «analizados» por Gallup, Obama queda situado en un maltrecho puesto 53 en la lista que mide la aprobación que dan los americanos en el tercer año de gestión. Durante 2011, la aceptación del presidente tuvo buenos y malos momentos. Cuando el Ejército mató a Bin Laden (en mayo) subió hasta el 50%. En cambio, cuando los republicanos torpedearon en el congreso un acuerdo para elevar el techo de endeudamiento del Gobierno (en verano) este mismo índice cayó al 30%.
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