China
Subversivos internacionales
Julian Assange es informático, periodista, programador, «activista», editor y portavoz de Wikileaks. La información que hay sobre su vida procede en su mayor parte de internet, con lo que probablemente él mismo, o sus amigos o sus enemigos, la habrán suministrado diciendo aquello que quieran que sepamos o que creamos. Es australiano, un hombre cuyos datos personales son «aproximados», dado que a él no le gusta hacer pública su intimidad. Vive para sacar a la luz secretos de Estado más o menos importantes, y quizás por eso es tan consciente de que la privacidad, en estos tiempos, vale oro molido; tal vez por ello se niega en rotundo a que sus detalles biográficos se publiquen: lo que aplica a buena parte del mundo no lo quiere para él, los «motivos de seguridad» de los gobiernos que Assange no respeta los utiliza para su caso personal.
Dicen que es hijo de una pareja de cómicos de la legua a la australiana y que formó parte de la banda «Subversivos internacionales» (de «hackers», no de roqueros). A través de su página en internet, Wikileaks, filtra informaciones que, según el Pentágono, ponen en peligro la vida de muchas personas. Sus revelaciones, testimonios y confidencias provienen de filtraciones y/o son producto de actos ilegales de piratería informática. Y es curioso cómo eso, el hecho de que los documentos que está traspasando a la prensa sean el resultado de actividades ilícitas, ni escandaliza ni sorprende a casi nadie. Este hombre, que no desea que se sepa nada sobre su vida privada, difunde datos que atentan contra la seguridad de algunos países, sobre todo occidentales…, pero pocos reprueban el origen ilegítimo e inmoral de sus métodos. Una demostración más de la desorientación ética y la estupidez globalizada del mundo en que vivimos.
Lula da Silva incluso ha intentado convertirlo en paladín de la libertad de expresión (¡acabáramos!). Y en Rusia ya están pensando que deberían darle el Premio Nobel de la Paz. Qué curioso, ¿no? Claro que, hasta la fecha, Wikileaks ha contado, sobre todo, lo malos que son los americanos (como si no llevásemos aprendiendo ese «mantra» en los colegios desde hace décadas). Pero no ha dicho nada grave o arriesgado, que yo sepa, sobre China. Sobre Rusia. Ni sobre sus gobernantes. Ni sobre las guerras de Chechenia. Ni, por ejemplo, sobre la muerte de la periodista Anna Politkóvskaya, asesinada a tiros en el ascensor de su casa, aún no sabemos a manos de quién. Ni sobre Alexander Litvinenko, ex agente del KGB, que investigó el asesinato de Anna Politkóvskaya y también murió asesinado (con polonio radiactivo, ¿recuerdan?). Wikileaks no nos ha descubierto nada comprometedor de Hugo Chávez, el propio Lula, Daniel Ortega, los Kirchner… Ni sobre varias ex repúblicas soviéticas de esas que siguen siendo muy, pero que muy soviéticas. Wikileaks es muy selectivo a la hora de poner en jaque a una parte del mundo (la de siempre), pero no persigue o no se atreve con la otra (la de siempre también). Y eso da mucho que pensar.
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