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El veneno de la guerra por Alfonso Merlos
Retrata lo más bravo y lo más bajo de la raza humana. En ocasiones sin escala de grises. Es la guerra: la ansiedad, el estrés del combate, el miedo, el trastorno… Sólo bajo este prisma se entiende la locura de quien, destinado a proteger la libertad y garantizar la seguridad de los más débiles, termina masacrándolos sin piedad.
A la espera de una versión oficial que aclare la homicida desmesura de un soldado en el viejo feudo de Bin Laden, tres conclusiones se desprenden de una descarga de ira que no puede entenderse de forma aislada.
La primera, que más allá de los eufemismos o la corrección política… más allá incluso de los progresos reales, Afganistán es un territorio que no puede ser sino calificado y gestionado como escenario de guerra.
La segunda, que la retirada de los aliados para 2014 representará una oportunidad que no estarán dispuestos a desaprovechar los heraldos del caos; está ya en marcha el segundero que llevará a frotarse las manos a los más inveterados elementos talibanes y a nostálgicos de Al Qaeda.
La tercera, que la Casa Blanca está condenada a hacer lo imposible: una gestión de guante blanco con Kabul, que pasará episódicamente por amortiguar los excesos de unas tropas que pueden disparar el antiamericanismo ad infinitum. Está en los más viejos manuales de polemología que con frecuencia resulta más duro ganar la paz que ganar la guerra. Una verdad como un templo en tiempos en que los conflictos híbridos hacen imposible discernir la raya que separa la una de la otra.
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