Alimentación
Consumir helados en verano favorece la absorción de calcio en los huesos
Refrescante y nutritivo, saborear un helado estos días contribuye a que la vitamina D que proviene del sol favorezca la salud ósea. Para paliar las calorías, el azúcar y las grasas de los cremosos, se pueden elaborar el casa y sustituir los ingredientes por otros menos energéticos. Los sorbetes y polos son ricos en agua y no poseen colesterol.
Pocas cosas hay tan apetecibles en verano como saborear un buen helado. Considerados, en muchos casos, como una golosina constituyen una interesante alternativa cuando el calor aprieta por su carácter apetitoso, refrescante y fácilmente digerible. Hoy en día, gracias a las diversas técnicas de elaboración y a su composición nutritiva, los helados se pueden adaptar a todos los gustos e, incluso, a las necesidades especiales de algunas personas como sucede con los «sin azúcar» para diabéticos o los bajos en calorías para aquellos que quieren cuidar la línea.La gran variedad de helados que hay en el mercado hace casi imposible establecer un único perfil nutricional, pero si atendemos al clásico de crema que se sustenta sobre un cucurucho de barquillo, nos encontramos ante un producto en el que «la cantidad de calcio es bastante significativa, así como su biodisponibilidad en base a la relación calcio-fósforo y la presencia simultánea de la lactosa. En concreto, cien gramos al día pueden aportar entre el diez y el 19 por ciento de las necesidades diarias de calcio», explica el doctor Javier Montero Jiménez, médico internista del Hospital USP San Camilo de Madrid. Gracias a la aportación de este mineral se podría considerar a este alimento como un miembro más del grupo de los lácteos, si bien conviene «diversificar la ingesta con otras variedades como leche, queso o yogures para alcanzar los requerimientos necesarios situados en torno a un gramo», matiza Montero. Una de las ventajas añadidas que tiene consumir un helado en esta época radica, según la directora de Análisis de la Fundación Española de la Nutrición, Susana del Pozo, en que «si la persona toma el sol el calcio se absorbe mucho mejor».Al margen de este mineral, el simple hecho de ser un producto derivado de los lácteos hace que albergue en su composición «proteínas de alto valor biológico, hasta 4,5 gramos por cada cien gramos», aclara Del Pozo.Su textura supone, sin duda, una de las mejores bazas de este producto porque, según Montero, «en pacientes ancianos o con dificultades deglutorias tienen la ventaja de ofrecer una fácil masticación. Debido a su alto contenido en agua, calcio y nutrientes se convierten en una alternativa de primera elección». En cualquier caso, continúa la experta, su ingesta nunca «debe sustituir a otro producto, es decir, si se toma de postre no conviene eliminar la fruta por un helado. En todo caso, se podría sustituir por un lácteo para que, nutricionalmente, sigamos teniendo el mismo aporte de nutrientes y la dieta sea lo más variada posible». Grasa poco saludableDetrás de su cremoso y refrescante sabor se encuentra un valor energético y una cantidad de grasas nada despreciable. Para Marta Cuervo, profesora de Nutrición y Dietética de la Universidad de Navarra, «cien gramos de producto aportan alrededor de 200 calorías, mientras que un yogur, por ejemplo, no alcanza las 125. El problema reside en que con un lácteo nos saciamos, mientras que por lo general siempre consumimos más de cien gramos de helado». En esta misma línea se sitúa Montero quien añade que «la grasa que poseen los de base láctea es saturada, es decir, la menos saludable en cantidades altas. Cien gramos contienen entre cinco y quince gramos de grasa, lo que viene a suponer cerca del 20 por ciento de las necesidades diarias. Además, si se les añade chocolate o frutos secos sí es cierto que se mejora el perfil lipídico, aunque aumenta el valor energético». A este respecto, Ana Montero, profesora de Nutrición de la Universidad CEU-San Pablo, advierte de que «en muchos helados de base láctea se añaden grasas de coco y palma». Por ello, en el caso de los niños, el doctor Montero advierte de que «no se deben superar la cantidad diaria 50 gramos al día y jamás como un complemento dietético, sino como un sustitutivo, sobre todo de la bollería industrial».Bajos en grasa, light, sin azúcar... La lista de variedades es interminable y, por ello, muchas veces induce a error al consumidor. Como advierte el doctor Montero, «los avances tecnológicos actuales en la industria alimentaria permiten elaborar helados casi a la carta, pero no hay que confundir, por ejemplo, los bajos en calorías con los idóneos para diabéticos». El Código Alimentario Español (CAE) no regula las características en cuanto a ingredientes y valor nutritivo que han de cumplir los helados con menos calorías. Para considerar a un helado «bajo en calorías», el doctor Montero advierte de que «deben contener menos de cien calorías por cada cien gramos. La diferencia con los convencionales se halla en que en el proceso de elaboración se le añaden menos glucosa o sacarosa y se sustituye la leche entera por desnatada». La primera medida, por tanto, que hay que seguir para saber exactamente qué variedad es la más adecuada reside, según Del Pozo, «en leer la etiqueta, ver lo que aporta y qué es lo más adecuado según las necesidades de cada persona».En este sentido, Cuervo advierte, sobre todo en el caso de un diabético, que «no es lo mismo un helado con azúcares añadidos que con fructosa, ingrediente habitual que se emplea en los productos para este tipo de personas. Si a su composición natural no se les ha adicionado nada de azúcar son más recomendables y, además, aportan menos calorías». Asimismo, para una persona que tenga los niveles de colesterol elevados, lo más recomendable, según Del Pozo, reside en optar por «las variedades que sean más pobres en grasa». En cualquier caso, los expertos no dudan en recomendar que la mejor y más saludable alternativa está en elaborar los helados en casa. «De esta forma se puede controlar la cantidad, utilizar edulcorantes y prescindir de la nata», sostiene Cuervo. Además, otra de las ventajas que ve el doctor Montero en la fabricación casera se halla en que «se puede elaborar un helado a medida según las necesidades de cada uno». El tradicional polo de hielo o el sorbete de fruta constituyen un grupo más dentro del mundo de los helados, aunque con propiedades nutricionales bien diferentes a los que están elaborados con leche. Después de una comida copiosa, son muchas las personas que optan por un sorbete por su carácter digestivo y refrescante. Aunque «un quince por ciento de su composición es fruta, los industriales poseen muchos azúcares añadidos ya que están elaborados con jarabe de glucosa y sacarosa, entre otros.Pese a que su contenido energético no muy excesivamente elevado, su consumo nunca debe sustituir a la ingesta de fruta», afirma Montero. En el caso de los polos de hielo, aunque no poseen grasa ni colesterol porque en su elaboración no se emplea leche ni nata, Cuervo advierte de que «en su composición abundan los colorantes y el azúcar. Se podría decir que son casi iguales que una golosina, pero en formato hielo». Dado que son agua en un 90 por ciento, «constituyen una buena alternativa para hidratar el organismo», sostiene Del Pozo. Optemos por una variedad u otra, tampoco conviene demonizar a este producto y excluirlo por completo porque, según la experta de la FEN «lo que importa es el conjunto de la dieta y si es equilibrada no hay por qué renunciar al placer de disfrutar de un buen helado».En la antípoda del poloLos helados que hoy se esparcen por el mercado son, en su mayoría, la antípoda del tradicional polo de hielo, coloreado de artificio sumo y cargado de sal para mantenerlo enhiesto en el palo. Muy al contrario, la oferta heladera de nuestros días es sana, nutritiva, gustosa, amplia de miras y digestiva. Su contendido en hidratos procede de los azúcares, aunque se puede elegir la variante edulcorada, con muchas menos calorías y adaptada a los diabéticos. Las proteínas, procedentes de los lácteos y huevos, son de buena calidad, pero por lo que respecta a las grasas conviene poner máxima atención y soslayar aquellos elaborados con grasas hidrogenadas o trans y quizá aún más con las indeseables grasas de coco, palma y palmito, verdaderas bombas de colesterol y legalmente arropadas por la falacia de «grasas vegetales». También suelen ser generosos en vitaminas y en minerales cuando llevan fruta y frutos secos. Por último, aunque bien podría ser el prólogo, su frescor medido y prudente los convierte en un seguro de buena y pacífica digestión.
✕
Accede a tu cuenta para comentar