España

La euforia roja que contagia

Los expertos afirman que este triunfo deportivo mejora la autoestima colectiva

La Razón
La RazónLa Razón

MAdrid- La psicología individual y colectiva siempre se ve afectada de forma positiva con los logros deportivos de toda índole –mucho más evidentes con los eventos mediáticos–. Toda victoria deportiva, que en la práctica sustituye a las antiguas victorias militares, refuerzan la moral. Pero no siempre sus efectos son tan visibles, o no calan por igual en todos los estratos de la sociedad.

Cómo y a quiénes influyen estos hechos depende de muchas variables psicosociales, siempre unidas a la oportunidad, cuando no también del azar. Desde hace varias décadas, especialmente desde la Transición a la Democracia, España ha perdido identidad y, sobre todo, objetivo común e inherente a toda la población. El catedrático en Psiquiatría de la Universidad de Oviedo, Julio Bobes, sostiene que «hemos pasado de una situación de pérdida de refuerzo moral, aunque la victoria sea una satisfacción de tiempo variable, a otra de estímulo mucho más importante que cualquier otra que hayamos tenido en décadas. Estas victorias son muy necesarias para superar problemas personales, pero no tiene nada que ver con la situación general de un país». Por situación general se entienden varios factores indicativos del bienestar real de una población –educación, sanidad, acceso a bienes de consumo en relación a la renta, etc–. Toda victoria o derrota es importantísima para un país. Actualmente, con la crisis de valores, o la duda sobre los mismos, unida a la que afecta a la economía, aprender de nuestros logros y errores es uno de los estímulos idóneos para la superación de los mismos, o el fortalecimiento de una forma de trabajo.

Subjetividad o realidad
El hecho de alcanzar sucesivas finales tanto en fútbol como en baloncesto, o la excelente situación de los deportes de motor, ya es potenciador único del valor personal y comunitario. Pero no hay que olvidar que la realidad actual depende de situaciones anteriores. Es decir, todo conlleva a un proceso constante, en el que continuados acontecimientos se van superponiendo.
Socialmente, «la Selección ha demostrado muchas cosas ya, indistintamente del resultado obtenido», asegura Antonio López, catedrático de Trabajo Social de la UNED. «Los españoles ya hemos demostrado que sabemos hacer las cosas bien, y que podemos hacerlas conjuntamente. Las selecciones, y la de fútbol en particular, muestran al resto del mundo la capacidad que tenemos de enfrentarnos a retos comunes. Para López, todas las victorias ayudan, si bien no hay que supeditar todo a un partido. El catedrático deja claro que «mantenerse, ser respetados, y jugar bien, no es producto del azar. Es el resultado de un trabajo bien hecho, de una larga trayectoria». En cuanto a la mentalidad ganadora, la voluntad de victoria puede definirse como «la voluntad de alcanzar la gloria en la competencia con otros países».

A nivel individual el marco varía sensiblemente, especialmente relacionado con el estatus económico. Julio Bobes asegura que «las victorias no ejercen como antidepresivos, pueden ilusionar y empujar el sentimiento de pertenencia a un país, pero siempre desde la percepción subjetiva». Se han de diferenciar dos grupos: los más y los menos favorecidos. Las victorias calan más en aquéllos con ciertas preocupaciones cubiertas, pero no es el caso en aquéllos con problemas. Éstos pueden ser económicos, familiares o de salud. «El caso de estos últimos», dice el psiquiatra, «la victoria no les va a cambiar el estado de su enfermedad», por lo que «la influencia será mucho menor».

En contraposición, la realidad es bien distinta. Los efectos psicológicos están limitados por el factor tiempo, siempre y cuando las victorias deportivas no vayan asociadas a logros económicos. Esta alegría subjetiva es exclusivamente transicional, sin efectos a largo plazo. «Dentro de poco habrá otros motivos para sentirse orgullosos», sentencia.