Hollywood
Parejas para armarla: Almodóvar y Maura un ataque de nervios
El director y la actriz crearon un tándem que marcó época y que fue el comienzo de un fenómeno artístico-comercial.
A comienzos de la democracia, Carmen Maura era ya una reputada actriz y presentadora televisiva de éxito. Su popularidad la hizo su famosa frase del anuncio de Monky: «tacita a tacita...», que todavía se celebra como un lugar común. Su estilo interpretativo pasota resultaba perfecto para la etapa de «las chicas Almodóvar», de la que ella fue la estrella principal. Desde Pepi a Pepa hay un lapso de ocho años, durante los cuales Almodóvar consiguió premios y repercusión internacional; primero como representante del cine gay y a partir de «Mujeres al borde de un ataque de nervios» (1988) como referente del melodrama «kitsch» posmoderno.
En esa encrucijada, Carmen Maura fue la actriz que puso cara y ojos al cine de Almodóvar. La estrella que le abrió las puertas de Hollywood y el culto de los «fans» de medio mundo. Pues aun siendo numerosas las chicas Almodóvar, quien creó el fenómeno artístico-comercial no fue otra que Carmen Maura. Todas las que la siguieron apenas fueron avatares en sus tres variantes: o mujeres desesperadas, asesinas o en coma. El tándem resultó tan espectacular que Almodóvar la escogió para interpretar a una travesti, papel que le hubiera correspondido a Bibi Andersen, pero la lógica dramática y mediática aconsejó que sería más comercial y «escandaloso» que lo interpretara Carmen Maura, o sea, una mujer, que, a la postre, es el modelo imaginario que escogen los transexuales para su «reasignación de género».
Ese mismo personaje, el de Pepa en «La ley del deseo» (1987), lo reescribiría para Gael García Bernal en la insufrible «La mala educación» (2004). Lo que demuestra que un heterosexual puede resultar tan patético como travestido como una mujer haciendo de transexual; pero, desde la perspectiva almodovariana, todo delirio es posible al tener los géneros gramaticales y sexuales confundidos. En cuanto a las desa-venencias, Maura declaró: «El único momento de mi vida en que lo he pasado muy mal en un plató fue haciendo "Mujeres..."Punto».
Quizá por la pasión que Maura le pone a sus interpretaciones y su entrega ciega al director, o quién sabe si por los celos que la repercusión de su figura comenzaba a tener en todo el mundo. Conflicto de egos que siempre se salda con una ruptura. Pero lo que desbordó la tacita del desamor fue el trato que recibió en los Oscar, cuando la actriz fue relegada a la general del Shrine Civic Auditorium porque Almodóvar prefirió ir acompañado de otra persona, todos dicen que de Bibi Andersen. Ofensa que acabó con una relación personal y profesional de muchos años. Si en la vida real sonara el hilo musical se hubiera escuchado cantar a Alaska: «Cómo pudiste hacerme esto a mí, yo que te hubiese querido hasta el fin», mientras la Maura le grita al de la manguera: «¡Vamos, riégueme, no se corte!».
«Volver» (la venganza)
En los Premios Goya de 1990, Pedro Almodóvar le ofreció a Carmen Maura un trozo del muro de Berlín como gesto de reconciliación: «Si los alemanes han acabado con un muro que les separaba durante cuarenta años, ¿por qué nosotros no podemos derribar el muro que nos separa?». Con estas rebuscadas palabras, típicas de la logorrea de sus heroínas más «kitsch», se firmó el armisticio entre la actriz y el director, aunque la vuelta al plató no se dio hasta más tarde, con la película «Volver» (2006), con el papel muy secundario de la madre fea y envejecida de Penélope. Un personaje que estaba bastante alejado de la imagen y la enjundia de la actriz que fue la musa de su cine más vitalista y que a algún malpensado le sonaría a venganza, por el regusto amargo que dejan siempre las derrotas.
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