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OPINIÓN: Sierra

La Razón
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Hace algo más de un año, el artista madrileño Santiago Sierra rechazó el Premio Nacional de Artes Plásticas concedido el Ministerio de Cultura por su trayectoria como artista político y comprometido. Un premio que tenía una dotación de 30.000 euros y que prefirió no tomar para no «mancharse las manos» y no ser un pelele de la institución. Esa supuesta pureza contrasta con las obras habituales de Sierra, que suelen entrar en lo real sin ningún tipo de contemplaciones, intentando formar parte de aquello que denuncian, mostrando que el arte no es un lugar aparte del sistema sino que está tan lleno de porquería como el resto de las cosas. Por eso, digo, extrañaba que Sierra no hubiese tomado el dinero para hacer cualquier disparate. Ya escribí de eso aquí bajo el título «toma el dinero y corre».
Más de uno quiso ver en la carta de rechazo a la ministra de cultura una especie de performance consciente del artista, que sabía que no tomando el dinero, en el fondo, acabaría tomándolo de otro modo, sobre todo porque ese rechazo hacía que su «compromiso social» quedase inmaculado y, por tanto, pudiera seguir vendiendo como artista político que no se vende al gobierno, pero sí al mercado. Esto último es lo que ha quedado de manifiesto con una de las obras que Sierra tenía a la venta en Arco, «La venta de la renuncia», que consiste precisamente en la carta de renuncia que envió a González Sinde, enmarcada y lista para ser vendida por 30.000 euros, que se utilizarán para la construcción de un centro de propaganda. La verdad es que Sierra los tiene cuadrados, pero, bien pensado, esto sí que es más esperable de su arte. Y creo, sinceramente, que es ahora cuando su primer «no» ha adquirido verdadero sentido.