Los Ángeles
«Se explotaba a sí misma»
El fotógrafo recuerda la noche en la que la actriz posó desnuda: «Era el sueño con ropa, más sin ella. Su piel mojada brillaba, sus ojos chispeaban»
Larry Schiller, de 75 años, todavía tiene en la cabeza la voz de Marilyn Monroe. No lo supo entonces, pero su vida empezó a cambiar en el momento en el que entró en los estudios 20th Century-Fox de Los Ángeles. Iba a fotografiar a Marilyn Monroe, el «sex symbol» de América, para la revista «Look» en el rodaje de la película «Let's Make love» (1960), titulada en España «El multimillonario».
En mayo del 62, «Paris Match» pidió al fotógrafo que retratase a Marilyn en el rodaje de «Something's Got to Give», con Dean Martin y Wally Cox, película que nunca llegó a terminarse. Durante aquellos días tomó unos desnudos en la piscina que catapultó la carrera de Schiller. Fue una estrategia de Monroe para conseguir publicidad, celosa de que los estudios estuviesen entregados a la promoción de Elizabeth Taylor con la película «Cleopatra» (1963).
Ahora publica «Marilyn & Me», en dos versiones, una con la editorial Taschen y otra con el sello Nan A. Talese/Doubleday, división de Random House. En los libros de Taschen, recoge imágenes inéditas de su archivo en una edición limitada a 1.962 ejemplares, número que coincide con el año de la muerte de Marilyn. Mientras, la casa Nan A. Talese/Doubleday publica una edición de las memorias del fotógrafo.
Lawrence Schiller tomó retratos por primera vez a Marilyn Monroe cuando tenía 23 años. Empezó su carrera como fotoperiodista para la revista «Life», «Playboy» y «Paris Match».
Entre otros, ha retratado al fiscal general de Estados Unidos, Robert F. Kennedy, asesinado como su hermano, el presidente John F. Kennedy –a cuyo asesino, Lee Harvey Oswald, también inmortalizó–, el boxeador Muhammad Ali, los actores Robert Redford o Paul Newman.
–¿Qué recuerda de cuando conoció a Marilyn Monroe?
–Tenía 23 años cuando la fotografié por primera vez. Después nos encontramos cuando yo tenía 25. Estaba muerto de miedo. Había también otro fotógrafo por ahí. Ninguno de los dos pasó una sola noche con ella. Teníamos demasiado miedo. Además, no hay que echar a perder las buenas cosas. Hay una regla en fotografía: nunca duermas con la mujer a la que retratas, porque si no le gustas en la cama, al día siguiente se acaba todo. Es la verdad.
–¿Cómo era hacerle fotos?
–Ella sabía un poco más de fotografía que yo entonces. Había sido fotografiada por todos los grandes. Creo que estaba en cierto momento de su vida en el que le gustaban los fotógrafos jóvenes. Publiqué en 1973 un libro (en referencia a «Marilyn por Norman Mailer», reeditado por la casa Taschen) con las imágenes de ella de todos los fotógrafos. Con Audrey Hepburn era siempre la misma foto. Incluso con Marlene Dietrich. Con Marilyn Monroe, cada foto era diferente. Todo es distinto siempre. Creo que era un gran talento y estaba consiguiendo convertirse en una excelente actriz. Pero era percibida como una rubia tonta. Toda su lucha era distanciarse de esa imagen, pero nunca lo consiguió.
«Basta, basta...»
–Usted la vio su último día de vida. ¿Qué recuerda?
–La vi ese día por la mañana. Pero no noté nada especial que indicase lo que iba ocurrir después. Yo entonces era agresivo. Tenía 25 años. Ganaba mucho dinero. Casi 10.000 dólares a la semana. Era tan hombre de negocios como fotógrafo. Quizá mejor lo primero que lo segundo. Con Marilyn, presioné para hacer más fotografías. Quizá, demasiado. Decidí ir a su casa esa mañana para que diese el visto bueno a las imágenes de los desnudos. Entonces, ella explotó. Fue cuando dijo: «Basta, basta... lo único que les importa es mi cuerpo». Pero fue también culpa suya. Ella fue la que se quitó el bañador. Nadie le obligó a hacerlo. Sabía que eso la pondría en las portadas de las revistas de todo el mundo. Ella se estaba explotando a sí misma. Y nosotros éramos los instrumentos de su explotación.
–¿Quién era Marilyn Monroe en realidad?
–Era muy profesional. Sabía lo que quería y cómo aparecer en las fotografías. Sabía cómo deberían ser sus expresiones. Sabía cómo ser juguetona, cómo guiñar, cómo hacer todas esas cosas. Para ser… bueno, como suelo decir siempre: para ser adorable, abrazable y follable... Así, quería aparecer en las fotografías.
–¿Se atrevería a especular sobre lo que pasó entre ella y Bobby Kennedy?
–Mire, no sé qué ocurrió en la habitación. Nunca estuve ahí. Ni siquiera sé si alguna vez estuvieron juntos en alguna habitación. Pero sí estuve con ellos cuando estuvieron juntos, aunque eso no significa que durmieran juntos. No creo que ella quisiese tener otro trofeo. Era lo suficientemente lista como saber que la relación con los Kennedy era simplemente divertida. Y ya está. De todas formas, Bobby era el fiscal general de Estados Unidos. Jack Kennedy sí podía hacer el loco porque era el presidente de Estados Unidos. Si el presidente Clinton es un ejemplo, hay que decir que Jack Kennedy no era diferente a Clinton.
–¿Se atreve a especular con la noche de la muerte de Marilyn Monroe y sus causas?
–No, no puedo especular. No me gusta alimentar rumores. Creo que simplemente aquella noche tomó demasiadas pastillas. Creo que perdió el norte. ¿Quién sabe lo que ocurrió?
–¿Qué pensaba al fotografiar al «sex symbol» de América?
–¿Qué pensaba? En el dinero. (Sonríe) Bueno, no, estoy bromeando... En realidad, en cuántas fotografías podía obtener. También en la luz. Tenía que asegurarme de que el objetivo estaba bien. Estaba concentrado en la mecánica. En la noche que estaba desnuda, también pensé en el dinero. En asegurarme de que las imágenes eran buenas. El agua se había calentado a 90 grados (Fahrenheit, que son 32,2 centígrados) para que fuese como un baño caliente. Era como una niña nadando de espaldas. De repente, Marilyn volvió a nadar al borde de la piscina y entonces vi que ya no tenía sujetador, sólo su braguita estaba enrollada como un tanga. Se sentó en el borde de la piscina posando. Me pregunté cuándo lo íbamos a ver todo... Después se quitó el albornoz escondiendo su cuerpo mientras volvía al agua. Momentos más tarde, cuando se levantó en el agua pude ver que sus braguitas no estaban. ¡Sí, ya no estaban! ¡Y se lo estaba pasando bien. Y estaba disfrutando! Con ropa, Marilyn era el sueño de un fotógrafo, pero sin nada era realmente mucho más... brillaba su piel mojada, sus ojos chispeaban, su sonrisa era provocativa.
Una fotografía, una vida
–Y cuando le llevó a Marilyn Monroe las imágenes de los desnudos para que diese el visto bueno, le cortó las que no le gustaron con unas tijeras.
–Sí, estábamos juntos en un coche. Me sentí impotente. No había nada que yo pudiese hacer.
–¿Hay ahora alguna estrella a la que le gustaría fotografiar?
-¿A quién? ¿A Lady Gaga? Tiene talento, pero no una estrella. Ahora mismo no hay desafío para mí. Todo el mundo puede hacer una buena fotografía. El iPhone se ha convertido en el periodismo del futuro. Incluso, una mala Blackberry puede tomar una fotografía decente. La última vez que hice fotografías fue en el año 1996.
–¿Qué opina de todos estos nuevos aparatos?
-La verdad es que disfruto con la tecnología... mi mujer tiene 38 años. Como puede ver, sigo el ritmo de los nuevos tiempos. (Sonríe). Es una genio. Muy inteligente. Más de lo que yo le pueda ser.
–¿Le molesta que ahora se retoque a los famosos con Photoshop?
-Es un producto del tiempo. No creo ni que sea bueno ni malo.
–¿Hubiese retocado a Marilyn si hubiese podido?
–No, nunca hubiese sido necesario. Una fotografía cuenta una historia. Si la hubiese retocado, ya no me hubiese contado esa historia.
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